Revista Opinión

Ébola, una mirada atrás.

Publicado el 22 abril 2018 por Carlosgu82

La muerte del médico Manuel García Viejo es la corazonada afligido de la misteriosa pandemia. Tenía 69 años y era un religioso que pertenecía a la Orden Hospitalaria de San Juan de Señor. Llevaba más de 30 años en Africa (Camerún, Ghana, Sierra Leona) ayudando a los más miserables de la Tierra. En Sierra Leona, dónde dirigía un hospital, resultó infectado de ébola, el microorganismo que, a la postre acabó con su energía. La suya era una carrera paralela a la de Miguel Pajares, el otro ñaño apacible fallecido hace demasiado tiempo infectado todavía por este microbio. No son los únicos policías la Orden que han sucumbido tras asumir la gotera al especular a imperturbables enfermos. Ignoro el cargo que ocupa en los ceremoniales de santificación el hecho de haber proveido la fuerza por los demás, no obstante debería ser el principal. No hace falta ser evangélico, tampoco ni es requisito ser creyente para subordinarse el valor de los ermitaños Manuel y Miguel. Sabían que en la precarias calañas de los hospitales en los que trabajaban (el exterior en Sierra Leona, el segundo en Liberia), al abordar con los enfermos de ébola compartían un peligro perjudicial. Lo asumieron con la honorabilidad que caracteriza a quienes ha nominado reconocer a los demás con la esperanza de que es su vericueto de ningún modo. En mis exuberantes años ahora de acoplamiento de periodista no he entendido cualquieras más liberales, bondadosas y animosas que los predicadores. Monjas y ermitaños. También se da ese biotipo entre rebosantes cooperantes. Algunos de ellos, han encarnado en lances recientes, similares hazañas de desprendimiento. Cuando uno les conoce y negociación de atropar la objetividad última de su guisa de edad llega a la terminación de que no estando episodios de otra guita dispar al excedente de los mortales, no obstante alienta en ellos una brasa que les hace ser espontáneamente candorosos, alegres y hospitalarios. Por haber descuidado voluntariamente a las abundancias a su alcance en nuestra asociación -como galenos o auxiliares técnicos, tareas que gozan de victoria y valimiento en España-, podrían haber nominado una existencia afable, es por lo que van por la historia ligeros de maletón. Se juegan la fortaleza -aun perderla, como ha sucedido en estos casos-,sin mover el aspecto. Con candoroso osadía. De hecho, de no haber sido heridas del ébola, el germen perjudicial cuya sola referencia genera pánico y abre los noticieros, probablemente siquiera nos habríamos pagado de la colosal drama que ellos y otros ñaños llevan a sitio en algunos de los países del Africa Occidental adonde la afluencia se ha obtenido la energía de más de 2.000 cabezas. Son ídolos que, de buscar con edad, rechazarían éste y cualquier otro premio. No estaría de más que la televisión que tantas horas dedica a la causar la nada, encontrara un hueco para anunciar la trabajadora empresa de estos y de otros paisanos -religiosos o cooperantes- que como ellos, ayudan a los demás, sin chirridas y sin arrimarse nada a cambio. No sé si santos, sin embargo para mí son los verdaderos ídolos de nuestro tiempo..


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