El tan afamado caso de la restauración del cuadro Ecce Homo es paradigmático, al menos, en un doble sentido, que refleja el ser de la sociedad española.
En primer lugar, y como recuerdan algunos artistas, que el estropicio de una obra de arte por parte de una aficionada se haya convertido en la noticia del verano revela sobremanera el cariz de nuestra sociedad. Por un lado, esto nos da una idea de cuán profundidad de noticias nos interesan al grueso de los españoles. Esto no es nuevo. Si cogemos un periódico español de hace unos 60 años, veremos que entre las noticias más importantes se situarán pintorescos personajes como el de Lola Flores. Pero, por otro lado, este hecho refleja la reducida sensibilidad del gran público por el arte –y por la alta cultura. Como ya avisó el doctor Mario Vargas Llosa en su último libro, vivimos en una sociedad en la que cada vez es más importante el espectáculo, y la diversión por la diversión, mientras que la sensibilidad y la cultura se resquebrajan. Este es un fenómeno que se está dando –con mayor o menor intensidad– en todo el mundo. No en vano, algunos colectivos han emprendido acciones para que el estropicio del Ecce Homo se mantenga intacto, y no se intente recuperar la obra. De hecho, yo estoy convencido que de subastar la obra original y el posterior estropicio, el susodicho estropicio cotizaría a un valor similar –e incluso superior– a la obra original. Esto no es más que un caso de los tantos que se dan en el arte de nuestro tiempo, donde performances que tratan de exhibir heces tienen más público –y por ende más rentabilidad– que grandes obras clásicas.
Además, la actitud de la restauradora, en otro sentido al comentado anteriormente, refleja también el modo de proceder psicológico del español medio. Como demuestra el sociólogo Amando de Miguel en sus obras, el español, por término medio, se siente resentido, con sentimiento de inferioridad, con pesimismo, con falta de autoestima. Y ello explica numerosas actitudes que se dan en nuestra sociedad. España es una tierra que se caracteriza porque sus habitantes intentan demostrar su valía continuamente en cualesquiera circunstancias. Donde el más inculto sienta cátedra. Donde se opina taxativamente sobre todo tipo de materias, se tenga conocimiento sobre ellas o no.
Aunque parezca un poco rebuscada la comparación, lo cierto es que la actitud de la infructuosa restauradora refleja muy bien esta característica tan secularmente española. Mientras que en Alemania –referente del especialismo– cada cual está especializado en un ámbito, y sólo actúa en tal ámbito, en España todos actúan en multitud de ámbitos: todo el mundo es fontanero, electricista, cerrajero, economista, abogado, etc. Y, como saben los psicólogos, toda persona con sentimiento de inferioridad, necesita constantemente mostrar su valía. Y deseando están para contradecir al más lumbreras que se precie por estos lares (al tiempo, que se tiene un aprecio infinito por los “intelectuales” o los “listos”).
En fin, de un solo acto, se puede diseminar meticulosamente, analizar y observar el cariz de esta nuestra España, con cosas tan valiosas y con cosas tan despreciables como las actuales. Esperemos que España se restaure con mejor suerte que la que tuvo el Ecce Homo.
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