Revista Diario

Echando un pulso

Por Belen
No me gusta nada esta expresión, a pesar de que desde hace tiempo mi hijo me echa pulsos muy descarados. Reconozco que no me gusta cuando se habla de que los niños tantean los límites, retan a los padres, y no sé hasta qué punto es cierto o no. Pero puedo afirmar que mi hijo lleva un par de semanas echándome un pulso.
Él conoce los límites, sabe las normas, que por otro lado no son estrictas, mi casa no es cuartel general, pero con el carácter que tiene sí es cierto que debo ser firme en ciertas cosas porque sino esto sería una guerra continua. Hablamos mucho y a veces cedo en minucias y otras le explico el motivo de la decisión o de la norma que debe cumplir. Ya sabéis que le tengo loquito con tanta charla, pero me parece fundamental en la educación de un niño, por muy pequeño que sea, fomentar el diálogo, el intercambio de impresiones en vez de imponer sin más.
El caso es que me tantea, está pasando por una etapa donde le cuesta obedecer, le tengo que repetir las cosas unas cuantas veces. Algo que me choca, porque en la charla con su profesora me dijo que era un niño muy obediente. Será posible que me tenga que llevar yo siempre la peor parte. Ahora lo que hago es decir las cosas una sola vez y esperar, parece que es más efectivo. Cuanto más repitamos lo que queremos, más nerviosos nos ponemos, y ellos aprovechan esa debilidad para seguir tirando de la cuerda. Una sola vez, tono firme y tranquilos. No amenazas, no gritos, solo esperar. Claro eso en teoría que siempre es bonita y fácil, pero la práctica se torna muy dura en ocasiones.
La última ha sido con la merienda. Me gusta darle sandwiches o bocadillitos de jamón de york, pavo, salchichón, foie-gras, en fin lo habitual. Acompañado de un yogur bebido, o alguna chocolatina, fruta. Y como no de vez en cuando cae un bocata de Nocilla, unas magdalenas (eso sí caseras), o similar. Mi hijo es un adicto al chocolate, creo que ya os lo he dicho en alguna ocasión, y sabe que una vez en semana tiene una merendola de ese estilo, pero no todos los días. Ayer tocaba su sandwich, podía elegir entre jamón o foie-gras. Si merendaba rápido nos iríamos al parque un rato, hacía buena tarde. Bueno pues el reto comenzó en que no quería merendar eso, sino Nocilla. No le di una negativa rotunda, le recordé que hoy tocaba eso de merienda y que si se lo tomaba rápido iríamos a la calle. Se sentó en su mesa con sus dibujos y tras repetirme varias veces sus preferencias, alternando entre palomitas, chucherías, chocolate, se quedó callado absorto en la televisión. No dije más. Me senté a su lado a leer, y a la media hora me dijo que quería merendar. Le pregunté el qué y me contestó como si nada que quería jamón de york. ¡¡Ala!! ahí queda eso. Deciros que al principio intentó patalear y tirarse al suelo, que es su última táctica para conseguir lo que quiere. Digo su última táctica en esta fase de niño mayor como él se autodenomina, que en la crisis de los 2 años me ha tocado aguantar berrinches-suelo en multitud de ocasiones.
Y de estos retos tira-afloja tenemos a lo largo del día unos cuantos. Anoche decidió que quería cambiar su pescadito a la plancha (que le encanta, no es que lo tome de mala gana) por un poco de salchichón. La treta era:
- "mamá que lleno estoy de pescadito".
- "bueno cariño pues no tomes más".
- "¿me das entonces salchichón?"
Os imagináis mi respuesta, ¿no?. Comió un poco más y pidió el postre.
Qué cansado es esto, la verdad. Me consta que también está más irritable porque no acaba de encontrarse bien, la tos no pasa. De hecho ahora me voy a recogerle antes del cole para llevarle al pediatra. Estoy preocupada por esa tos. Ya han llegado a mis oídos un par de casos de neumonía y otro de bronquiolitis. Demasiado moco, demasiada tos.
Así que aquí ando de nuevo lidiando este nuevo temporal. Esperemos que pronto luzca un sol radiante.

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