Así luce el Capitolio por estos días. Foto: Oficina del Historiador de la Ciudad
Por: Yohan González
Durante una entrevista a la periodista Patricia Cáceres del diario cubano Juventud Rebelde, Eusebio Leal Spengler, historiador de la ciudad de La Habana, ante la pregunta de ¿Por qué ahora, luego de su remozamiento, (El Capitolio) volverá a acoger al Parlamento del país?, respondió:
(…) los edificios no son culpables de lo que ocurre en ellos. Si no habría que empezar a demolerlo todo, porque seríamos incompatibles con los fantasmas que a cada momento brotan del pasado. Y no se puede luchar permanentemente contra los fantasmas. Hay un momento en el que se hace un punto final y se comienza la historia.
Fue su respuesta, certera y enfocada, la que me motivó volver a escribir, cuatro meses después, sobre el anuncio de que la Asamblea Nacional será trasladada del Palacio de las Convenciones al Capitolio Nacional y sobre la polémica que tanto a nivel nacional como internacional ha motivado el hecho. Para nada ha cambiado mi posición acerca del hecho, la cual sigue siendo afirmativa y de apoyo, aunque que sí creo que sería oportuno añadir más elementos a la respuesta dada por Leal para ayudar a disipar la polémica, casi clandestina, que ha levantado el anuncio. Como bien señalé en el artículo ¿Por qué es necesario volver al Capitolio?, la idea cuenta no solo con personas a favor sino también con detractores quienes, enfocados en los males de la República de Cuba antes de 1959, pretenden seguir echándole la culpa al Capitolio de todos los males.
La discusión, legítima y ciudadana, permanece alejada de los medios de comunicación cubanos, aquellos que censuraron las declaraciones de Raúl Castro en la Asamblea Nacional cuando anunció la posibilidad de que “algún día debemos regresar al Capitolio” o los mismos que ignoraron -sobre todos los de prensa escrita y radial- el anuncio hecho en abril por Eusebio Leal y que luego de la entrevista a Leal, publicada el 29 de junio, ni siquiera salieron a la calle a recoger impresiones sobre el hecho y mucho menos han gastado ni una gota más de tinta o de papel en escribir, a favor o en contra, de la trascendencia de volver al Capitolio.
Como ya es costumbre usual mía, decidí hacer un recorrido sobre el alcance de la noticia en la red de redes y no fue una sorpresa para mí encontrar que son medios extranjeros, muchos de ellos en habla hispana, quienes a diferencia de los medios cubanos, han dedicado más tiempo al análisis de la noticia, mientras los .cu solo se han dedicado a hacer superficiales reproducciones.
En un encendido artículo bajo el nombre de ¿Volver al Capitolio o volver atrás?, publicado el 4 de mayo en este blog, el colega y amigo Ruslán Olivares (El Colimador) mostró su desacuerdo con la decisión, la cual señaló “no ha estado sujeta a ningún tipo de consulta popular”, apreciación con la cual concuerdo; pero al abordar la “mudanza” señaló, en claro tono irónico, que tal actitud podría ser la apertura a que en un futuro “volvemos a soldar Estrada Palma a sus piececitos, recomponemos el águila del Maine y quitamos el Granma para reedificar el parque Zayas”.
Para nada defiendo la idea de restitución de todos los símbolos, algunos no merecen ser restituidos no por venganza u odio a un sistema particular, sino porque sería enaltecer a personajes oscuros, cuyas manos estuvieron machadas con la sangre de miles de cubanos, como sería arreglar el rostro en el Capitolio del “asno” Machado, mantener la estatua del “Tiburón” José Miguel Gómez –sobre la cual trataré en un futuro artículo- o volver a colocar en la antigua Columbia (hoy Ciudad Escolar) la estatua del oportunista y sanguinario Batista.
El historiador y escritor cubano, Newton Briones Montoto, autor de varios libros destinados analizar la etapa de 1930 a 1952 y considerado por algunos, grandes enemigos del análisis profundo de nuestra historia, como un revisionista, me comentó, durante una larga entrevista que muy pronto será publicada, sus impresiones sobre el hecho:
¿Por qué lo que antes era malo ahora es bueno? (…) Lo que no podíamos es seguir como estábamos, y esta es la solución.
Eusebio Leal, ¿un revisionista?
En conversaciones informales con detractores de la idea, muchos de ellos no han dejado de señalar dicha decisión, además del activismo desplegado por el Historiador de la ciudad en apoyar y defender el regreso al Capitolio, como una actitud “revisionista” y hasta como una forma de ceder a presiones y pensamientos “poco revolucionarios”.
¿Podemos de verdad categorizar a Raúl Castro y a Eusebio Leal como dos revisionistas solo por promover la mudanza de la Asamblea Nacional al Capitolio?
Creo que no. Al igual que lo expresara Newton, coincido en que es interesante ver como se da marcha atrás a una decisión que hace más de 50 años fue vista como correcta y que hoy es necesario enmendar. No es menos cierto que el Capitolio está ligado a los demagogos planes del dictador Gerardo Machado de impulsar en Cuba un ambicioso plan de Obras Públicas que tras construir opulentas construcciones legó al Tesoro y a las finanzas de aquella época una deuda superior a los 82 millones de pesos. Eso, unido a que en el interior del Capitolio convivieron las figuras más corruptas y repudiadas de la Cuba antes de 1959, no es justificante para negar que sea el Capitolio, la casa legislativa por excelencia de Cuba. No porque lo diga Eusebio Leal o Raúl Castro, sino porque la República de Cuba necesita un legislativo que funcione en una sede propia y permanente.
No será volver al Capitolio la forma de resolver los urgentes problemas de nuestra Asamblea Nacional y de todo el sistema de Poder Popular en su conjunto, a eso le tocará a la muy esperada reforma constitucional y a la serie de procedimientos legales que le precedan, de conjunto con un necesario redimensionamiento de la figura del diputado y de su papel en la toma real de decisiones y en el contacto con sus electores.
Devolver al Capitolio Nacional de Cuba su objeto social no es una deuda política ni mucho menos una actitud revisionista, es una deuda histórica y una manera de comenzar a pagar nuestras impostergables deudas con la memoria histórica.
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