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Eco

Publicado el 01 febrero 2020 por Angeles

Cuando Blanca comprendió que Jacinto no la había amado ni la amaría nunca, ya era tarde. Había dedicado tanta energía a quererlo, a complacerlo y a satisfacer todas sus necesidades y caprichos, que se había quedado sin fuerzas para sostener su propia vida.
Él vivía sólo para sí mismo, para su música y sus lamentos de poeta incomprendido, y ella era como un espejo, que sólo mira con los ojos de quien lo mira, y como el eco, que sólo habla para decir lo que ya se espera. Cada día Jacinto le pedía a Blanca que escuchase la canción que estaba componiendo, y ella, incapaz de negarle nada, escuchaba. Entonces él cantaba, acompañado de su guitarra, y después le preguntaba: ¿Qué te parece la melodía? ¿Y la letra? ¿Qué crees que significa? Y ella, al principio embelesada, después agotada, le respondía lo que él quería oír. Pocos días antes de desaparecer, Blanca se sentía sin alma, sin vitalidad, como si ya hubiese consumido toda su energía. Se tumbó en la cama, y, sin pretenderlo, recordó el momento preciso en el que descubrió la verdad sobre su relación con Jacinto. Él estaba, como de costumbre, eligiendo la ropa que se pondría para una próxima actuación, uno de esos recitales que hacía en bares en los que lo escuchaba un público de quince o veinte personas y en los que le pagaban con unas cuantas copas. Ante el espejo, se probaba una camisa después de otra, un pañuelo después de otro, primero anudado, después suelto, con chaqueta, sin chaqueta, buscando la combinación perfecta, la que más le favoreciera. Ella lo miraba, apoyada en el marco de la puerta de la habitación, con los brazos cruzados y una sonrisa desganada, respondiendo a sus preguntas y a sus demandas de atención. Y mientras él se contemplaba en el espejo con unas prendas y otras, ella comprendió: Cómo va a enamorarse de mí, si ya está enamoradoÉse fue el momento en el que Blanca se rindió. Dejó de esperar el amor de Jacinto, y dejó de anhelar un poco de su interés, de su aprecio. Se sintió vencida, acabada, y supo que no resistiría mucho más. ¿Puedes limpiarme estos zapatos?, le dijo Jacinto en ese momento, al tiempo que se los daba, sin reparar en las dos lágrimas de frustración que se enredaban en sus pestañas. Ahora, tumbada en la cama, notó que iba desapareciendo, que su cuerpo se desdibujaba y su pensamiento se desvanecía. Y sintió que se transformaba en niebla, en aire, en nada.¿Qué os parece la melodía? ¿Entendéis lo que significa la letra? ¿Me sienta mejor esta camisa o la otra?, preguntaba Jacinto a su nueva corte de admiradoras, entre las que se encontraba, sin ella saberlo aún, su próximo eco.
ECO*Inspirado en el mito de Narciso y Eco.

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