Leyendo el título de esta entrada le encuentro sentido a la ansiedad que estoy sufriendo estos días. Estoy a punto de vivir mi tercera transferencia embrionaria, mi tercera betaespera.
Se trata de un ciclo sustituido de embrión congelado, exactamente igual que la vez anterior, y ayer tuve mi ecografía de control para ver el crecimiento de mi endometrio, ya que llevo 9 días poniéndome parches de estradiol.
Mi endometrio está a 7 mm, y hemos programado la transferencia embrionaria para el próximo viernes 27 de marzo, que me he pedido vacaciones en el trabajo. Tengo que empezar a administrarme, vía vaginal, 600 mg diarios de progesterona a partir del martes 24 de marzo, y parece mentira, ¡pero estoy deseando empezar!
La ginecóloga me dijo, para sorpresa de las dos, que mi quiste medía 3 mm menos que la última ecografía que me hizo. Por otro lado, a raíz de comentarle la ansiedad que estoy sufriendo estos días, me dijo que el tratamiento incluye visitas con una psicóloga, así que he pedido cita para el 2 de abril, que será a finales de la betaespera. Me hubiese gustado ir antes, pero esa era la primera cita libre que tenían por la tarde.
¿Cómo estoy?
Sorprendentemente, feliz y animada. Maridín coincide conmigo en que esta vez nos da más buen rollo que la anterior transferencia, incluso antes de saber que Bonito no superaría la descongelación. Además, esta nueva transferencia embrionaria me la va a hacer la misma que me hizo la primera transferencia y que fue tan bien, es decir, doble buen rollo.
Esta vez tengo buenas sensaciones, y me asombra, ya que al tratarse del último embrión que nos queda, mi auténtico yo debería estar acojonado. Pero quizás he decidido que estoy harta de llorar, harta de estar triste.
Tengo un plan, y pronto os lo contaré.
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