Publicado por José Javier Vidal
La pareja protagonista de la economía son, lo hemos visto ya, la oferta y la demanda. Y el “fruto de su amor”, el equilibrio de mercado. Sí, porque este juego de cantidades ofertadas y demandadas a distintos precios no se detiene mientras no se llegue a un punto en el que todos los participantes en un mercado compren y vendan la cantidad que deseen al precio que consideren justificado. Una vez que se alcanza ese punto, el “equilibrio”, éste sólo puede ser alterado si, por las razones que sean, se produce un desplazamiento de las curvas de oferta o de demanda. Ese desplazamiento dará lugar, necesariamente, a un nuevo equilibrio.
Como estamos haciendo en los últimos artículos, vamos a ilustrar el concepto con un gráfico. Es el siguiente:
Podemos observar que en el punto señalado como “punto de equilibrio” coinciden la cantidad que los vendedores están dispuestos a vender con la que los compradores están dispuestos a comprar. Y esto se consigue sólo a un precio, al precio, al que ambas partes consideren ventajoso llevar a cabo el intercambio. Si partimos, por ejemplo, de una situación en la que el bien en cuestión se vende a algo más de 8 euros, los compradores, según expresa la curva de demanda, únicamente adquirirán 2 unidades del bien. Para los vendedores, en cambio, ese será un precio muy jugoso y pondrán en el mercado más de 8 unidades del bien. La oferta supera a la demanda en 6 unidades. Hay un excedente. La mayor parte de las unidades puestas a la venta no tendrán salida, se quedarán en los almacenes de los ofertantes, algunos de ellos, pretendiendo deshacerse de la mercancía, empezarán a bajar precios. Y los bajarán hasta los 6 euros. ¿Por qué justamente a ese precio y no a otro?. Pues porque a ese precio los demandantes comprarán 5 unidades del bien, justo la cantidad que los oferentes, también a ese precio, están dispuestos a vender. Ambos partes del mercado – oferta y demanda – se igualan, se equilibran o, en otras palabras, han llegado al equilibrio.
Acabamos de ver cómo partiendo de un excedente o situación en la que la oferta supera a la demanda los participantes en un mercado van ajustando cantidades y precios hasta alcanzar el equilibrio. Los lectores a buen seguro, los de este blog son gente despierta, se imaginan ya cómo se llega a ese equilibrio desde la situación contrario a la anterior, la escasez. Ésta también está reflejada en nuestro gráfico. En un momento dado, el precio de nuestro bien es de 3 euros y a ese precio las empresas sólo están dispuestas a ofrecer 2 unidades. A los compradores, en cambio, les parece una ganga y comprarían 7 unidades del bien. La demanda excede a la oferta en 5 unidades. Hay escasez en el mercado. Los compradores más interesados en hacerse con el bien estarán dispuestos a pagar más por él. A medida que sube el precio ofrecido los vendedores se animarán a colocar una mayor cantidad del producto en el mercado. El proceso continuará hasta alcanzar el precio de 6 euros, ese precio al que, lo veíamos cuando hablábamos del excedente, coinciden la cantidad ofertada y demandada por compradores y vendedores. Se ha alcanzado otra vez el equilibrio.
Una vez alcanzado el equilibrio de mercado, representado en el gráfico por el punto de intersección de las curvas de oferta y demanda, la cantidad y el precio de equilibrio no cambiarán mientras las curvas de oferta y demanda no se muevan. Pero, recordemos, estas sí se mueven, se desplazan, empujadas por diversos factores. Estos desplazamientos obligarán a los participantes en el mercado a encontrar un nuevo equilibrio. Si, como ocurrió en la crisis petrolífera de los setenta, por ejemplo, se restringe drásticamente la cantidad disponible de un bien, en este caso el petróleo, su curva de oferta se desplazará a la izquierda. Suponiendo que la demanda no varíe, el resultado será un nuevo equilibrio a un precio superior al anterior. Esto se ve en el gráfico siguiente:
Partiendo del precio Pe1, al desplazarse la curva de oferta SS de la posición 1 a la posición 2 se llega a un nuevo precio de equilibrio Pe2 superior al anterior. El lector, sin dificultad, puede hacer el razonamiento en sentido inverso. Por cierto, esto es, precisamente, lo que está pasando con el “fracking”. Esta nueva técnica ha aumentado de tal forma la cantidad potencial de hidrocarburos disponibles que, desplazamiento de la curva de oferta mediante, ha forzado el precio del petróleo a la baja.
En el caso de la demanda, y sin salir del sector petrolífero, un invierno especialmente riguroso en el hemisferio norte, por ejemplo, provocará un mayor gasto en calefacción que desplazará la curva de demanda hacia la derecha. Manteniéndose sin cambio la oferta, el resultado será un aumento del precio del petróleo, de P1 a P2. La representación gráfica es ésta:
Dejo a los lectores la tarea de representarse cómo sería un desplazamiento de la curva de demanda a la izquierda.
Los equilibrios de mercado que acabamos de ver se alcanzan en mercados más o menos perfectos (recordemos que la “perfección absoluta” en el mercado, como en todos los demás órdenes de la vida, no existe), es decir, aquellos en los que oferentes y demandantes deciden libremente las cantidades y precios de los productos que intercambian. Cuando es un agente externo al mercado, generalmente el Estado, el que decide a qué precio o qué cantidades se tendrán que vender o comprar obligatoriamente de un bien, desembocaremos, casi con toda seguridad, en esas situaciones de desequilibrio que hemos estudiado antes: la escasez y el excedente. La historia está repleta de ambas. Por ejemplo, el anterior sistema comunitario de ayudas a la agricultura por el que se garantizaba a los agricultores unos precios de venta notablemente superiores a los de mercado generó las famosas “montañas de mantequilla” y “lagos de leche”, esto es, los “excedentes agrarios”, así se denominaban, de los ochenta y noventa, cuyo sostenimiento se llevaba la mayor parte del presupuesto de la Unión Europea. La situación de desequilibrio opuesta, la escasez, se vivió, entre otras, en la España de posguerra y en los antiguos países socialistas. El Estado decidía qué se producía, cuánto se producía y a qué precio se vendía. El resultado de estas medidas ha sido siempre el mismo: racionamiento, colas y largos periodos de espera para acceder a determinados bienes, corrupción para intentar conseguir un trato de favor de los administradores del sistema – sobornos a cambio de licencias de importación o de la asignación de un cupo – y, sobre todo, la aparición de un mercado negro. En la España de los cuarenta se conocía como “estraperlo”. En ese mercado en la sombra afloran los bienes que los productores no están dispuestos a vender a los precios fijados por las autoridades y que los compradores que quieren y pueden están dispuestos a comprar pagando un precio superior al legal.
Cuando hemos hablado de mercado nos hemos estado refiriendo siempre al mercado de un bien determinado – el de los tomates, las naranjas, el cobre o el acero -. Cada uno de estos mercados tiene su propio punto de equilibrio o equilibrio de mercado, pero ningún mercado es independiente de los demás, todos están relacionados entre sí. El precio de las naranjas está influido por el precio de otras frutas –productos sustitutivos –, por los costes de producción – fertilizantes, mano de obra – o por la rentabilidad de inversiones alternativas – vender el terreno del naranjal a una promotora, por ejemplo – . En otras palabras, el precio y la cantidad de equilibrio de un mercado afecta y es afectado por los precios y las cantidades de equilibrio en otros muchísimos mercados formando entre todos una inextricable red o malla de relaciones. Esta red es el equilibrio general o simultáneo. Y es este equilibrio general el que da la respuesta al qué, al cómo y al para quién de la economía.
En esta serie de artículos he intentado transmitir de la manera más clara y amena los conceptos básicos de la economía, aquéllos que la justifican, si no como ciencia, al menos sí como una disciplina intelectual necesaria y rigurosa. Los lectores que hayan tenido la curiosidad y la paciencia suficientes para llegar hasta aquí habrán conseguido, espero, instrumentos para manejar con algo de solvencia la información económica que proporcionan los medios de comunicación y, también, para no ser presa fácil de los programas electorales.
La escasez de los recursos, la frontera de posibilidades de producción, los rendimientos decrecientes o los fallos de mercado son fenómenos inevitables, que están ahí, limitando y condicionando de manera insoslayable la actividad económica. En el mundo de los programas electorales y las ideologías, de un signo o de otro, puede que existan varitas mágicas o recetas milagrosas. En el mundo real, no. Con que a un lector le haya quedado claro esto, el esfuerzo hecho habrá valido la pena.
Pero el viaje no termina aquí. Mientras los amigos de “La Cloaca” me sigan dando cancha pienso seguir explicando como buenamente pueda qué es eso del PIB, la inflación, el desempleo, los ciclos económicos, el dinero, los impuestos… En fin, esas cuestiones que aparecen en las secciones de economía de los periódicos y las televisiones y que están presentes, muy presentes, en nuestras vidas, en las de todos y cada uno de nosotros. Si a alguien estos artículos no le han parecido irremediablemente malos e, incluso, le han despertado algún interés, puede echarle un vistacillo de vez en cuando a esta sección del blog. Habrá más.