Es, quizá, lo más característico del emprendimiento social y, tal vez, también lo más complejo.
En un negocio, digamos, normal, que se debe a sus accionistas y tiene ánimo de lucro, los objetivos son fundamentalmente de naturaleza financiera y, por ende, comerciales. La actividad de la empresa, su estrategia, su marketing, sus procesos y sus profesionales se orientan a conseguir esos objetivos de la mejor y más eficiente manera posible.
En el otro extremo, la caridad, o la acción social subvencionada, tiene fundamentalmente objetivos sociales, hacer el bien de alguna manera a colectivos desfavorecidos. Aunque siempre es positiva, y necesaria, la eficacia y el uso eficiente de los recursos materiales y económicos, el foco fundamental, lo que guía la actuación, es el resultado social.
Sin embargo, el emprendedor social debe conjugar ambas visiones. Su objetivo, su misión, su razón de ser es la acción social, pero dicha acción social se lleva a cabo mediante un negocio, un negocio que como tal debe ser rentable, debe ganar dinero.
Es un equilibro ciertamente difícil, tanto en el plano de gestión objetiva, como a nivel subjetivo de sentimientos y emociones.
Este difícil equilibrio es un tema recurrente a lo largo del libro 'Emprendedores sociales' de Ignacio Álvarez de Mon. En un pasaje del libro, se nos dice:
Hay que vender productos y servicios y a la vez solucionar problemas sociales. La compasión por el sufrimiento ajeno puede actuar como factor de equilibro en este caso, promoviendo una mayor integración de perspectivas diferentes, como pueden ser la comercial y la humanitaria
Si nos dejamos llevar precipitadamente por la sensibilidad, podríamos pensar que si realmente es social, el emprendedor debe primar dicha acción social, dejando en segundo plano lo económico. Sin embargo, esa forma de pensar es simplista y cortoplacista. La clave aquí es la acción en su conjunto y la sostenibilidad.
Si no cuidamos los aspectos económicos, el negocio social perecerá y, por tanto, el resultado de su acción social será efímero. Sin embargo, si el negocio social se rige por criterios de eficiencia, eficacia y rentabilidad, será un negocio sostenible y su acción social se mantendrá en el tiempo. Es decir, sus resultados serán mucho mayores, su beneficio para la sociedad y los desfavorecidos muy superior.
Así lo indica el autor:
Ser eficiente económicamente, en el corto plazo, es la mejor manera de contribuir a la supervivencia de la institución a medio y largo plazo; y de esta forma se consolida en el tiempo la labor de solidaridad.
Es un equilibrio dificilísimo y exige una gran claridad de ideas y firmeza. No debe ser nada fácil para una persona de la sensibilidad de un emprendedor social, despedir trabajadores si los resultados no acompañan o negar microcréditos a quien no puede responder de ellos, Pero la fidelidad a la misión, a la construcción sostenible del bien, precisa de esos malos tragos, de esos sacrificios emocionales.
Quizá esa fortaleza de carácter hace aún más admirable la labor, ya de por sí encomiable, de los emprendedores sociales.