Revista Cultura y Ocio

Ecos

Publicado el 08 octubre 2024 por Rubencastillo
Ecos

Basta con leer las primeras páginas de este diario de 1999 para comprender que la persona que dibujó sus letras es alguien especial. Y no lo digo porque se trate de mi admirada Dionisia García, sino porque cuando una persona, a sus setenta años, escribe con pesadumbre humilde una frase como “Queda tanto por saber…” (anotación de 23 de agosto) no queda sino descubrirse y sentir que la piel se eriza de admiración. A una edad en la que casi todos los escritores se encuentran “de vuelta”, concentrados más en su obra que en su curiosidad, la gran poeta Dionisia García seguía con su afán de conocer a los otros, a los poetas más jóvenes, a los pensadores y prosistas a quienes todavía no había frecuentado. Y en ese afán de saber se puede incluir su fe religiosa, tantas veces anotada en este libro, y que revela un alma anhelante, confiada y limpia.

Generosa en su valoración de quienes la rodean, Dionisia nos habla de la poesía de Pascual García, de la obra pictórica de Francisca Fe Montoya, de su amistad profunda por Clara Janés, Pedro García Montalvo, Miguel Espinosa, Sánchez Rosillo o Soren Peñalver, de la relación con su esposo o sus hijos, de su tristeza por la salud de un sacerdote muy cercano a su corazón… Y, de forma inevitable, palpita siempre en sus líneas la voz de la poeta, que traslada su música a la prosa. Aportaré un solo ejemplo: “La luz tiene color de otoño. Cuántos otoños ya. Sé que vivo los restos. Quisiera vivirlos en paz”. Heptasílabos y eneasílabos, con su rima asonante. Ahora comparemos esas felices palabras con el arranque del libro Asklepios, de su gran amigo Miguel Espinosa: “Me llamo Asklepios, y de tarde en tarde tomo la pluma para confesarme”. Seguro que se advierte la semejanza de música.

Ilusiona recorrer estas páginas, porque sirve para que escuchemos el alma de una de las poetas mejores que ha dado la literatura en los últimos tiempos. E ilusiona que la editorial MurciaLibro haya tenido la admirable idea de servírnoslas en un libro delicioso.


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