Revista Cultura y Ocio

Ecuaciones perfectas – @agustinabloom

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Abriendo el libro al azar, se encontró con la página 144. “Es un nueve”, dijo a sus adentros expulsando una bocanada de humo. Cerró sus ojos, cerró el libro. Respiró profundo. Pensó en voz alta. Mientras abría nuevamente sus ojos, abría el libro. Esta vez tocó la página 72. “Otro nueve”, dijo levantando la mirada y observando el reloj de pared que marcaba las 14:41. “Capicúa, número capicúa”, su voz mental no cesaba de hablar y de sacar cuentas matemáticas. Su respiración iba aumentando su ciclo a medida que asimilaba la realidad desde una perspectiva demasiado detallista. “Todo cuadra perfecto, todo está en sincronía, en un eje coordinado”. Revoleando sutilmente el libro contra el sillón, el ambiente se transformó en un silencio sordo, algo denso quizás. Se puso de pie y estiró su cuerpo en su máxima expresión. Los músculos se fueron relajando y su respiración también pudo oxigenarse. “Una vez más, una vez más y a dormir”. Tomando el libro con suma delicadeza y elevada concentración, lo abrió mientras pensaba en una sola cosa, en una cosa que probablemente tenía que ver con una situación en sí. Al abrirlo, sintió fuego entre sus manos y frío en su frente. Página 18. Sí, otro nueve, otro maldito nueve. No pudo evitar la risa, la risa que se ríe de la cordura y se extiende hacia la cúspide de la locura. Esta vez el reloj marcó las 15:51.

Sus ojos se cerraron por completo en el preciso momento en que la ventana se abrió de par en par luego de recibir el impacto de un fuerte viento que acabaría arrasando con todas las cosas. Todo se transformó en un caos revoltoso, en un polvo negro que impedía ver con claridad, en un desorden desesperado pero exacto y crítico en sus movimientos. Otra revolución más, otro cambio que puso patas arriba su mundo. No obstante, el eje mantuvo su eje y todo ese abecé tomaba forma de realidad inquebrantable. En algún punto de la realidad (de esa realidad etérea), el universo se lo estaba diciendo, de alguna manera u otra se lo estaba diciendo. Y ese universo estaba ahí, justamente entre su pecho y su mente, entre la acción de su intuición y la interpretación de sus sentidos. “Casa 9, mi próxima estación”, dijo saltando del sillón luego de haber pasado por un sueño tan lúcido, de esos sueños que ingresan a la mente y no salen de ella hasta no dejar bien claro el motivo de su mensaje.

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