Sé que es prematuro y que el calor tardará mucho aun por irse, pero superar la festividad del 15 de agosto, que este fin de semana dejamos atrás, es cruzar el ecuador del verano. Nos desesperamos los que deseamos vestirnos con algo más de ropa y no estar el santo día refugiados en locales climatizados para evitar estar empapados en sudor. Tantas horas de sol inclemente agotan al más furibundo amante de los bronceados y las playas. A partir de esta segunda quincena se empieza a percibir el acortamiento de los días y una tenue esperanza otoñal invade el ánimo, aunque el bochorno septembrino la siegue. La espera puede ser eterna, pero las nubes volverán a surgir en el horizonte y el fresco de las mañanas tonificará nuestros rostros. La mitad del verano ya está vencido, sólo queda la cuenta atrás para que el clima se adapte a nuestros anhelos. Ya casi lo siento, y lo deseo. Soy un sentimental.