En su día, años ha, había comenzado a contaros diferentes cosas sobre el París medieval al que me fui acercando cuando vivía allí. Hasta el momento, os compartí sobre el medievo parisino lo siguiente:
- La Conciergerie de París [entrada que quiero rehacer y completar, que fui muy injusta con ella]
- El relicario del ombligo de Cristo
- Qué hicieron dos palomas para merecer su nombre en una calle de París
- La primera catedral de París
- La maldición del herrero de Notre Dame
- La muralla de Lutecia
- Abelardo y Eloísa: un historia digna de la literatura medieval
- La iglesia más vieja de París: Saint Julien le Pauvre
Hoy me apetece hablaros de un convento muy bonito en el Barrio Latino, le Quartier Latin, le Collège des Bernardins.
Fui a parar a su refectorio un día de invierno con bastante frío. Y he de decir que ahora que tengo pa comparar tres tipos de frío, el de Asturias, el de Cuenca y el de París, para mí el más dañino, el de Asturias, el más jodido, el de París y el más llevable, el de Cuenca. Ahí queda eso.
Al lío. Me llamó la atención lo limpio y lo bien mantenido que estaba, además de su bonito árbol de Navidad. Cinco años de restauración dan lugar a lo que hoy podemos disfrutar. Sólo se podía ver el propio refectorio y una sala que lo continuaba con unos audiovisuales. Está dividido ese refectorio en tres naves de bóveda apuntada que constituyen una sala de estilo gótico.
El siglo XIII alberga una revolución intelectual en Europa. El saber va saliendo del ámbito eclesiástico y toma poco a poco fuerza en las universidades.
El Papa Inocencio IV saca una bula papal que anima a los cistercienses ir a estudiar a París. Era la “moda” entre los dominicos y franciscanos, así que ellos no se podían quedar atrás.
El Collège des Bernardins se concibe como lugar de estudio y de formación para los monjes cirstencienses en pleno siglo XIII. Y así será durante cuatro siglos más, concretamente, hasta la Revolución.
Debido a lo que pudiera pasar y por si las moscas, tanto alumnos como religiosos abandonan el lugar en 1791.
El convento se transforma a lo largo de los años en prisión, almacén y también fue, brevemente, Colegio para los Hermanos de las Escuelas Cristianas, para finalmente ser un cuartel de bomberos y un internado para la Escuela de Policía. Ya vemos que fue muy polivalente el lugar.
Por último, en nuestros días, vuelve a ser propiedad de la ciudad de París y se concibe como un proyecto cultural que alberga todo tipo de acciones que lo configuran como un lugar de búsqueda e investigación para la Iglesia y la sociedad.
Para ir acabando, sólo quiero reflejar que ante la apariencia de estar ante un lugar que siempre ha mantenido un ambiente de estudio, formación, culto y demás actividades tranquilas, también ha sido testigo de uno de los episodios más crueles de la historia parisina.
Me refiero a la Semana Sangrienta de mayo de 1871, semana durante la que se desarrolla la etapa final de la Comuna de París y en la que esta es anulada y sus miembros ejecutados en masa.
Multitud de personas van a refugiarse al Collège des Bernardins y viven auténticos momentos de temor ante lo que estaba sucediendo en las calles de París.
Quedamos con un poco de mal sabor de boca con esta publicación, pero no os preocupéis que enseguida escribo otra para restar fuerza a este mal episodio.