Al cabo del tiempo me he ido volviendo cada vez más escéptico y quizá por ello he observado que las obras más importantes del pensamiento no lo son tanto por el grado de verdad que puedan comportar como por el grado de polémica y duda que acaso nos suscitan. Este aspecto no dogmático del conocimiento me lleva, por supuesto, a sentirme como hombre de mi tiempo y, no por casualidad, mientras escribo estas líneas, todavía me recuerdo paseando con María José por la Vía Po de la ciudad de Turín, esa preciosa calle porticada que abre un eje diagonal en la casi perfecta cuadrícula que conforman sus calles. HLGE
El recuerdo de esta calle no es gratuito y viene motivado por unos carteles conmemorativos que allí podían verse de la mítica editorial EINAUDI donde se recuerda a una buena parte de sus no menos míticos escritores. Entre ellos, encontramos a Cesare Pavese, cuyos “Diálogos con Leucó”, publicados en 1947, me llevé a la ciudad durante los días pasados de la semana santa. En este libro, algunos de los personajes más relevantes de la mitología clásica, como Edipo y Tiresias, Calipso y Odiseo, Eros y Tánatos o Aquiles y Patroclo hablan acerca de asuntos tan inevitables como el destino o el dolor. Pavese se inscribe en una larga lista de escritores-pensadores que se han atrevido a llevar a cabo una lectura personal de los mitos. Pasear por Turín, por el rumor intelectual de sus calles, me llevó a pensar en todo esto, así como en uno de mis maestros académicos, el profesor Giacomo Gianotti, que imparte en la facultad de letras de la universidad de Turín su sabia docencia. Gianotti estudió hace tiempo cómo se había constituido una de las disciplinas fundamentales de la filología clásica, precisamente la historia de la literatura griega y romana. No de manera diferente, también se constituyó el estudio científico de la mitología, tan importante para poder comprender la historia del arte en la antigüedad. Pero ya en el siglo XIX, algunos filólogos y, en especial, F. Nietzsche, salieron al paso de las lecturas académicas en obras como “El origen de la tragedia”. La dicotomía que estableció el filósofo alemán entre un Dionisos irracional y un Apolo racional se ha revelado, con el tiempo, inexacta (así lo vio Giorgio Colli en “Los orígenes de la filosofía”, un libro donde la brevedad va pareja a la propia brillantez de sus reflexiones). Sin embargo, y como decía al principio, el carácter revisable de las ideas expuestas por Nietzsche en nada empaña el interés y el empuje de sus ideas. Tengo la impresión de que a partir de cierto momento ciertos autores se propusieron trazar un relato no académico de la mitología clásica, sobre todo desde la conciencia de que ya existía un relato plenamente académico. La idea de la “vida imaginaria” de Marcel Schwob puede servir para definir una de las características de tales relatos: los mitos son “reales”, en la medida en que esa realidad hunde sus raíces en los viejos textos grecolatinos, pero no así los datos y los planteamientos que constituyen su historia interna. Pavese, Italo Calvino, Borges, o el recientemente fallecido Antonio Tabucchi nos ofrecen hermosos ejemplos de esa mitología audaz. Soy consciente de que mi planteamiento es provisional y revisable, pero creo que de ahí emerge su fuerza.
Francisco García Jurado