
A esta piara de excursionista románicos que en desgracia me ha tocado cuidar, les ocurre como a los sacristanes: que empiezan conociendo templos con miedo y respeto a dios, y luego no hay dios que los aguante. Digo esto, porque tuve que saltar aprisa y corriendo del banco donde me habían puesto a descansar ya que más que lugar de descanso no era sino un ara de altar consagrado. ¡Estos cafres no tienen miramiento ninguno!

El barranco excavado por el río Isuala, divide a este pueblo "embrujado" en dos barriadas: la de Santa Orosia y la de San Nicolás. Por eso, cuando la señora Orosia nos abrió la puerta, no pregunté por su singular nombre, pues me apercibí rápidamente que se llamaba como su patrona. Tampoco por lo de embrujado pues, tras haber visitado Abiego y Adahuesca y camino de Barbastro, a alguna mente huera de este grupo se le ocurrió rememorar historias inquisitoriales de la zona respecto a brujerías y aquelarres sacando a debate la figura de Martina Dueso y la un castillo templario en un pueblito llamado Alberuela, en cuyo templo queda aún patente la cruz paté.

Sobre un promontorio rocoso y junto a las ruinas de un castillo templario se construyó a finales del siglo XII, la antigua parroquial de San Nicolás de Bari en Alberuela de Laliena.

La ermita, remodelada y enfoscada, presenta ábside semicircular al interior y cabecera plana al exterior y una sola nave de planta rectangular a la que se abren dos capillas cubiertas con cañón apuntado. La bóveda de medio cañón apuntado que cubre la nave está reforzada con arcos fajones que apean en ménsulas con decoración escultórica.

A la altura del arranque de las bóvedas, una imposta de ajedrezado jaqués recorre los muros de la nave y del ábside. En el ábside hay un solo vano abocinado de derrame interno. El arco presenta doble rosca enmarcada por una moldura de ajedrezado y cuenta con una imposta decorada con rosetas y palmetas inscritas.

La ventana única se abre hacia el Este, y queda enmarcada por bellas columnas de basa ática y capiteles esculpidos con seres fantásticos, bestias y un caballero armado.

En una de las capillas hay una pila bautismal recolocada pero curiosa.

En su paramento, restos de un supuesto friso con un agnus original y precioso.

Se pasaron la mañana entera discutiendo sobre las caritas juntas de unos compadres míos.

Y un caballero que, espada en mano, intenta defender a una figura humana atacada por un grifo y un león.

Mientras, yo, embrujado por tanto episodio, me moría por salir de allí a hacer un pís.

Mongui ha muerto y me deja desolado. Compañero, aventurero románico y vital desde hace doce años, se marcha al Edén y me deja un profundo vacío. Con el recorrí todo el románico hispano y extranjero. Manuel Gila (Almería)