Edén en Alcozar

ALCOZAR | Ermita de San Esteban Protomártir | Virgen del Vallejo

Durante tantos y tantos años de becario sin seguro ni retribución alguna en el despacho de este leguleyo picapleitos, llegué a distinguir la diferencia jurídica entre imprudencia temeraria y asesinato, por lo que un día de noviembre de 2011, decidí poner mi plan ( eso que ahora los políticos dan en denominar "relato") en práctica llevándolo a Alcozar, un pueblo que en la Edad Media los árabes llamaron Alcocer, tras la victoria que el 25 de mayo de 995 logró Almanzor frente a las huestes del conde Garci Fernández.

Allá, en el monte Macerón, existe un templo ruinoso erigido en el siglo XII sobre una antigua mezquita, que premedité como lugar perfecto para deshacerme de mi mascota humana quedando a salvo de cualquier sospecha. ¡Y éste irresponsable cayó en la trampa!, pues en su ánimo de románico ansioso se dejó llevar hasta aquel templo en ruina mientras yo, sin recibir ayuda del cielo, rezaba porque acabara de desplomársele encima. Pero como todos los tontos tienen suerte....

Salió airoso de la prueba y hasta agradecido por ver un templo que, según luego me contó pleno de felicidad, su planta debió ser más reducida que la actual, de una sola nave con ábside en hemiciclo seguido de presbiterio escalonado y con entrada inusual al lado Norte, cuya portalada de acceso original hoy puede contemplarse en el interior del pueblo.

Que su zócalo llega a la altura de la ventana de mampostería en muro de tapial de arcilla y ripio recubierto de tosco revoco, con un único vano absidial con arquivolta y columnillas encapiteladas y que las modificaciones posteriores, para dotarla de galería porticada, son todavía visibles provocando una ampliación de la nave original y que el añadido de la sacristía adosada al ábside había provocado el atrapamiento de modillones en los que puede apreciarse rosetas, barril, rostros

y una figurilla que parece de monje.

El arco fajón y el triunfal, de medio punto.

Me dijo que la nave debía estar cubierta con armadura de madera a dos aguas. Al cerrar la galería porticada, se perdieron los canecillos menos dos, pero que había contemplado la tosquedad de los existentes.

Los escombros y el recrecido del pavimento del pórtico le impedían hacerse idea de su construcción original, pero el descubrimiento de los emparedados le había merecido la pena.

Escapó de la prueba.

A la vuelta, aprovechando la consulta programada de higiene buco-dental, interrogué a mi veterinario de cabecera sobre los efectos del arsénico o la amanita muscaria en los humanos. Estoy esperando su respuesta profesional para programar unas jornadas de románico micológico.

Mongui ha muerto y me deja desolado. Compañero, aventurero románico y vital desde hace doce años, se marcha al Edén y me deja un profundo vacío. Con el recorrí todo el románico hispano y extranjero. Manuel Gila ( Almería)