ALLARIZ | Templos de Santiago, Santa Mª de Vilanova, San Pedro, San Esteban y Puente
¡ Allá vamos! - me dijo un día veraniego de 2015 mientras volvía a colocar ese arnés secuestrador en mi cuello escocido por tanto trasiego-. Hora y veinte en avión y siete horas más de coche y aquí me hallo, en Allaríz.
A menos de veinte minutos de Ourense y en un recodo del río Arnoia, esta localidad de traza medieval desciende en suave pendiente hasta el río formando un conjunto de plazas donde toman asiento un puñado de templos bellos del románico popular. Fundada por los suevos en el siglo VI, cinco siglos más tarde Alfonso VI mandó levantar fortaleza y desde el XIII permanecería unida a la Corona, sobre todo, a Fernando III el Santo y a su hijo Alfonso X el Sabio quien compilaría aquí algunas de sus famosas Cantigas.
El templo de Santiago, con portaladas de ingreso en la parte meridional y a los pies, tiene planta de una sola nave con ábside semicircular dividido en secciones por cuatro columnas y ventanas en las tres centrales. Se remata por arquillos apoyados en columnillas capiteladas de cabezas de carnero, aves y vegetales.
Pero el que más llamó mi atención fue uno de Poniente donde un hombre con "cara de búho" agarra una cabeza de largo cuello.
En cuanto me arrastraron con prisa hacia un cementerio, me percibí que se trataba del templo de Santa María de Vilanova, un edificio Sanjuanista con ábside cuadrangular y un tímpano cerrado por dos arquivoltas que reposan sobre capiteles floreados,
pero que guarda una mocheta en la parte izquierda con dos rostros perfectamente tallados, uno masculino y otro femenino, que esta gente tan rara que me acompaña discute sobre si pertenecen al retrato de sus comitentes "paganos".
Sin apenas darme tiempo a respirar, vuelta a callejear cuesta arriba. ¡Por ansia, por pura ansia toca ver el de San Pedro! Del siglo XI y muy modificada con torre cuadrangular restaurada en el XVIII.
Total, para intentar mirarse en el espejo.
¡Es que, están que ni pintados!
Estaba a punto de vomitar - no el pulpo a feira, que estaba buenísimo aunque lo hubiese preferido con pimentón un poquito más picante y regado con aceite de Mágina-, sino por el "empacho románico" de la jornada, cuando sentí en mis adentros aquello de: ¡ pues si no quieres caldo...!: El templo de San Estevo. Siglo XII.
Con torre tan mona y sus canecillos de rostros seriados y muy serios.
Y así, molido y expresándoles mis quejas a ladrido limpio, llegué hasta el Puente románico del siglo XII, lugar de paz y sosiego.
Mientras me dejaban el "recaíto": ¡ No te quejes Mongui, que el pulpo tiene ocho patas y tu hoy sólo has estado en cinco!
Mongui ha muerto y me deja desolado. Compañero, aventurero románico y vital desde hace doce años, se marcha al Edén y me deja un profundo vacío. Con el recorrí todo el románico hispano y extranjero. Manuel Gila ( Almería)