ÁVILA I | Basílica de los Santos hermanos mártires Vicente, Sabina y Cristeta
No os podéis suponer lo que me costó arrancarlo. Le expliqué lo de sus imponentes murallas, su gastronomía, su historia y hasta lo intenté engolosinar con una cajita de las yemas de la "Santa" con chupito de anís del Mono, pero parecía un imposible y, además, me decía que las yemas le recordaban a sus tapones veraniegos de cerúmen. Acurrucado en su invernadero espacial, solo respondía que "¡allí... hace mucho frío!.
Aprovechando una benévola Semana Santa de 2012 logré que volviera por segunda vez a esta ciudad tan maravillosa y aprendiera algo de un románico espectacular. Mi primera parada, arrastrando con esta cosa que dicen que es humana, fue en la Basílica de San Vicente, "ese santo templo en que en sus torreones se hicieron fuertes contra algunos de los moros que dominaron esta ciudad, y resistieron a la furia mahometana, los esforzados caballeros Orejones y Palomeques, defendiendo valerosamente este castillo de Dios y estorbando a los bárbaros el pisar los límites de su sagrado". Es decir, toda una albarrana defensiva de la propia Catedral abulense, pues es ese lugar, de todo su solar, el de más temido acceso ya que carece de las defensas naturales que, al resto de los lienzos, les procura la ladera pronunciada de su altozano por mediodía y el río Adaja por el Oeste, por lo que desempeñó funciones religiosas y "pretorianas" defensivas de orden militar en los dominios pragmáticos militar y religioso como demuestran sus propios ábsides castillológicos y sus pasillos y corredores superiores en el hastial que comunican con el tejado para funciones bélicas.
En año 307, el Imperio Romano perseguía a los cristianos a fin de hacerles abjurar de su fe. En Évora, actual Talavera de la Reina, vivía Vicente, joven de probada cristiandad. Detenido y encarcelado, consiguió escapar en compañía de sus hermanas Sabina y Cristeta hasta que en Ávila, la policía fronteriza romana les echó el "¡alto!" y los detuvieron tras la prueba del alcoholímetro.
Los llevaron a un pequeño escarpado rocoso de la ciudad de Ávila y fueron martirizados
Hasta el punto de ser prensados en el molino de un judío.
quien, cual Judas arrepentido, tras ser enroscado por una serpiente,
construyó su sepulcro sobre la misma roca martirial.
A finales del siglo XI llegó la repoblación con Raimundo de Borgoña. Comenzaron a levantar el templo actual sobre los restos anteriores. Siguiendo la lógica constructiva cristiana, la cabecera mira al Oriente, pero como había de respetarse el lugar rocoso del martirio, hubo de forzarse un desnivel del escarpe mediante construcción de una cripta bajo la cabecera, que permite que hoy podamos visitar el lugar donde, según la leyenda, fueron arrojados los cadáveres.
La portada occidental es la principal. Articulada mediante cinco arquivoltas de medio punto sobre otros tantos pares de columnas, cobijan un tímpano con la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón en sendas escenas; arriba la resurrección de los muertos en 26 figuritas en línea; en la entrada, el bien y el mal sobre apóstoles y Jesucristo en el parteluz rodeado de un colegio apostólico inacabado de diez miembros.
El interior revela dos fases constructivas, la plenorrománica con cabecera, transepto y quinto tramo de la nave, y la tardorrománica que hizo el resto. Planta de cruz latina dotada de tres ábsides,
tres puertas y tres naves, con añadidos del siglo XV en la sacristía y pórtico
En cuya jambas derechas se representan al rey Alfonso VI sentado junto a Santa Sabina y San Vicente.
El Maestro borgoñón Fruchel intervino en su construcción, como hizo en la propia Catedral, dejándonos regalos como el Pantocrátor del cenotafio, origen y causa de los posteriores de Carrión de los Condes y Lugo, donde su taller trabajó.
En la cripta, la Virgen de Soterraña, porque allí fue enterrada para protegerla de las rafias musulmanas.
Y las preciosas rejas románicas.
Tres tambores absidiales, de los cuales el central se divide en tres secciones y los laterales en dos, mediante semicolumnas que alcanzan los canecillos.
El frente meridional con ventana en el hastial y otras mas pequeñas bajo la cornisa con arquitos de medio punto bajo los que asoman cabezas humanas y animales.
Pos güeno, ¿ véis todo lo que le he contao?. Pues a estos, ¡a mí plín que me toca el relax del cervesín en el Parador!.
Y mientras, yo amarrao en la puerta de la Catedral.