Edén en Baltarga

Me encantaba verla pintar. En su gran tablero rodeado de pinceles y botecitos de pigmentos naturales que constantemente disolvía, mezclaba o los embadurnaba en yema de huevo para aplicarlos a tabla de madera previamente tratada con cola de conejo y enyesada al fresco, su trazo firme y perfecto reproducía pinturas románicas con la maestría que solo se adquiere con el reiterado ejercicio que cultiva al don innato; ejercicio que en mi visitas acababa interrumpido con el lanzamiento del mocho de la fregona en los momentos en que, pensando que estaba distraída y absorta en su técnica, aprovechaba yo para intentar dejar una meadita que marcara mi territorio en los rincones de su estudio.

Pese a todo y como disculpa, un día de abril de 2015 me quiso premiar con una visita a un lugar fuente de su inspiración: el templo de Sant Andreu de Baltarga, en la Cerdanya catalana.

A pie de calle y dentro de recinto tapiado que abre por puerta presidida por cruz de piedra, se alza este templo

al que se accede a través de escalinata que divide el huerto.

Aunque se cree que fue construido en el siglo IX por el obispo Esclua, datos documentales solo permiten la certeza de su consagración por el obispo Urgell Ingobert en el año 981.
La entrada al templo está situada en el muro de Mediodía y consiste en una sencilla puerta con arco de medio punto peraltado con dovelas dispuestas radialmente hasta el inicio del arco al que circunscribe otro más delgado con dientes de sierra.

Reformado en el siglo XI, tiene una sola nave mas ancha en la parte de Poniente que cubierta con bóveda de cañón aparece reforzada por arcos torales la dividen en tres espacios desiguales. Su cabecera con ábside semicircular decorado con friso de arquillos ciegos estuvo decorado con pinturas murales de segunda mitad del XII y que la mayoría se perdieron cuando a consecuencia del corrimiento de tierras sufrido en el siglo XVIII, que propició el derrumbe de la nave y cabecera, se suprimió el ábside para construir una sacristía y dos capillas laterales, así como la torre cuadrada y cubierta piramidal del campanario en el ángulo noroeste, al que se accede desde el interior de la nave

En el Museo Diocesano de la Seo d´Urgell se conservan parte de las originarias pinturas murales de la bóveda absidial y del presbisterio con la Santa Cena

y unos singulares Sol y Luna dentro de un círculo que Laura Alberich reproduce con soltura y maestría.

Y en el MNAC, su frontal del altar

Si a todo esto le añades las "chuches" que ese día me propinó, tengo que reconocer que hasta acabé sintiendo por ellos algo parecido a eso que vosotros los humanos llamáis "cariño".