BARAHONA DE FRESNO | Templo de San Cristóbal

Nunca llegué a saber bien cómo lo hacían, pero de vez en cuando y no de forma regular en el tiempo me veía arrastrado a una de esas sesiones a las que ellos daban en llamar la "Quedada de la Santísima Cofradía del Simio en su románica Manifestación" y que más que un conciliar estudio sobre ese Arte sacro era un aquelarre, toda una francachela que se remataba con elixir transparente. Una de ellas tuvo lugar en agosto de 2011 cuando fui desembarcado en el pequeño altozano de las Villas y Tierras segovianas desde donde se divisa un pueblo de adobe y deshabitado que permanece en venta: Barahona.

El primer documento del que se tiene constancia en que sea mencionado Barahona data del año 1247 cuando, en la escritura de donación de la villa a don Álvaro de Luna, figura como "Barahona (pequeño cerro) de ambos Barrios", pues no sería hasta mediados del siglo XIX cuando se le cambiara el sufijo por el "de Fresno". Su humilde templo de mampostería, dedicado a San Cristóbal, posee un ábside semicircular imponente cuyos sillares constituyen todo un escaparate diverso de marcas de cantería

y que rasga al exterior mediante ventana abocinada mientras su cornisa corrida alberga una profusa colección de curiosos canecillos de temática y motivos de clara intención lúdica

- músicos-,

acróbatas, toneles y bebedores u hombres y mujeres en posiciones procaces


que combinan con otros de claro reflejo de la sociedad de la época que invitan a la oración y recogimiento, o bien critican y persuaden excesos pecaminosos relativos a conductas lujuriosas, de gula o maledicencia.

Las sucesivas reformas acabaron por afectar su primitiva estructura y que se hace más visible en la afectación de la entrada original que hoy aparece convertida en porche cubierto

al que se accede por la puerta principal del templo de la que prende un curioso "llamador" metálico con silueta fálica.

Total, que me vine de allí sin saber si habían ido a comentar románico o si a tomar apuntes para sus bacanales.
