BARCELONA II | Monestir de Sant Pere de les Puel.les
Aquél día no se bien si me gané su respeto, pero seguro que si su atención cuando les abrí los ojos sobre la existencia de un antiguo cenobio femenino románico en pleno barrio de Sarriá barcelonés del que en la actualidad se conserva su interesantísimo templo. Y más aún cuando, desconfiados, se adentraron en sus orígenes. En un relato medieval se habla de la fundación del monasterio benedictino de Sant Pere en el año 945 por el obispo Guilará, a petición del conde Sunyer, la condesa Riquila y la abadesa Adeila,
aunque indicios hay que apuntan hacia una posible existencia previa de vida religiosa femenina en torno al atrio de Sant Sadurní, una construcción carolingia que la fundación monástica absorbió según testimonios arqueológicos que la sobreviven. Esta Crónica narra dos momentos importantes: el primero, histórico, es el de la fundación del monasterio de Sant Pere por Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, que socorrió a la ciudad de Barcelona del ataque musulmán en que fue vencido y muerto el ejercito del conde Borrell y el propio conde y "quando ovo echado de la cibdad y tyerra a los moros dotó y fizo un fermoso monesterio de monjas en el qual edificó un altar de san Pedro apóstol de Ihesu Christo y papa de Roma, y cuando Carlos Magno ovo entendido lo que su fijo Ledoyvico le dixo, ovo gran placer y gran gozo". El segundo relato, legendario y recogido por un clérigo barcelonés sobre noticias y leyendas populares previas entre 1278 y 1283 que dieron lugar a la Crónica o Libre dels reis, atribuye su fundación, tras la razia de Almanzor de 985, a Ramón Borrell y la consagración de su hermana Bonafilla como abadesa del monasterio, tras haber sido raptada por lo moros la anterior abadesa Madruí y llevada cautiva a Mallorca donde permaneció presa siete años hasta ser liberada por un mercader pariente suyo que la escondió en una de las sacas de algodón de las que transportaba en su barco.
Sea cual fuere su verdad, el templo de Sant Pere de les Puel.les se presentó aquel día ante sus incrédulos ojos con un aspecto radiante y sobrecogedor. En el tímpano de su puerta principal, una escultura orinal de San Pedro sentado en su trono en actitud de bendecir con su diestra y las llaves en la izquierda.
En el interior, cuatro arcos sostenidos por columnas corintias cuyo arquitrabe sustenta los arcos de medio punto que soportan una cúpula octogonal con cimborrio, todo del siglo XII, y en la Capilla del Santísimo, restos del templo del siglo IX, Sant Sadurní, que se anexionó.
Las columnas del lado del Evangelio se adornan con motivos geométricos y vegetales y algún rostro esquemático o figuras de animales de preciosa talla
En el crucero, son capiteles corintios con hojas de acanto en tres alturas, acanalados y nervios.
Tras el expolio del año 1835, varios restos de sus capiteles se encuentran en el MNAC y otros en los Museos Santacana y LÉnrajolada, ambos de Martorell. Dos bellísimos altares. En el de la capilla del Santísimo, el friso de su ara alargada profusamente decorado con escenas de la Entrada a Jerusalén, Santa Cena y Monte de los Olivos.
En el central, un frontal de la Virgen acompañada de personajes que alcanzaron la santidad.
Y sí, esta vez no tuvo más remedio que hincar las rodillas al suelo y tragar polvo éste enteraillo incrédulo, aunque se justificó diciendo que no me había encontrado entre ellos, lo que demostraba que mi vida con él tampoco estaba siendo tanto martirio.