Diseminado en tres barrios distantes, con centro espiritual en un templo románico cada uno de ellos, el de San Vicente en la zona baja de la Puebla, el de San Pedro y éste de Santa María, se empeñaron en ver el último que es el de más difícil acceso y mayor desconocido. Al estar construido sobre las ruinas de un antiguo castillo, la subida es cansada y cansina, pero ¡ allá ellos, que para mí es un paseo!
Lo mejor de todo es que acabaron visitándolo dos veces por el mismo precio porque su falta de previsión antes de la escalada les proporcionó su merecida lección.
Y como resulta que la señora Petra estaría en otros menesteres y no contestaba al teléfono, vuelta para abajo hasta conseguir la llave y volver a subir. ¡ No quieres caldo, pues...!.
El señor de Becerril del Carpio en el siglo XI, don Gonzalo Martín, en 1225 cedió la villa a Alfonso X y éste al monasterio de San Andrés de Arroyo por privilegio en Aguilar de Campoo, bajo cuyo patronazgo permanecería hasta el 27 de junio de 1510 en que las monjitas lo venden a don Bernardino Fernández de Velasco, señor de Herrera de Pisuerga.
Aunque muy reformado, su construcción es románica rural del siglo XII. Su portada de arquivoltas apuntadas con baquetones y dos capiteles a cada lado con entrelazos y vegetales.
El campanario románico construido sobre las ruinas y restos del torreón macizo del antiguo castillo es de planta cuadrada y altura de ocho metros, construido con mampostería que se refuerza en las esquinas con sillares y sobre la que se levanta una airosa espadaña de 1262 compuesta por dos troneras superpuestas con guardapolvos y arcos que descansan en el centro sobre columnas pareadas que rematan en capiteles de "trísquelas" o molinillos
En el cuerpo interior del campanario, acantos, bolas y hojas de palma.
En el exterior, centauros
El interior del templo, muy modificado.
No obstante, conserva su arquería ciega con columnas exentas que rematan en capiteles historiados de personajes barbados.
Y en los arcos fajones un curioso personajillo femenino inmóvil, frontal y de pie.
Y estos... ¡ más contentos que unas Pascuas!.
Dispuestos a hacer una excursión al Monte de los Cintos.