Templo de San Miguel | Bordecorex
El templo de San Miguel debió ser construido en dos momentos diferentes, siendo la cabecera hecha a finales del siglo XII y la nave atirantada a mediados del XIII.
En el enclave soriano conocido como El Castillo, se encuentra la casi despoblada localidad conocida antiguamente con el topónimo de Walcorari, Val de Coraxi, Bordecoreix o Borg-Coraxi (Borg= torre, Coraxi= de Coreixí), en clara referencia al personaje Coreixí, aquel individuo de los Benu-Omeya que acabaría conociéndose como Abdu-r-rahman, también nombrado en Al-Andalus como el "Sacre Coreix".
En Bordecorex dicen que expiró Almanzor en 1002, de regreso a Medinaceli, tras su derrota en Calatañazor, y sigo pensando que, si resucitara, volvería a morirse de pena al contemplar el estado de su templo románico dedicado a San Miguel. Un templo que más parece el desván de un chamarilero y que cerrado a cal y canto por estrictas órdenes de su párroco y de las instituciones y autoridades políticas pudimos asaltar y fotografiar a placer, hito inédito si tenemos en cuenta las férreas prohibiciones impuestas. Era mediodía avanzado y mi vacío estómago avivó mi olfato detectando un aromático olorcillo de barbacoa de chuletillas a la brasa de leña que afanaban unos cazadores a la sombra del muro Norte del templo, por lo que di aviso del evento a mi mascota quien, no acierto a comprender si por suerte o por las efervescencias del ánimo festivo de los congregados, consiguió el hecho inaudito de que nos permitieran el acceso y visita bajo la solemne prohibición de sacar fotos. Y dicho y hecho, pues se dispararon tal cantidad de flashes que debieron aterrorizar al custodio, quien enmudeció.
El templo de San Miguel debió ser construido en dos momentos diferentes, siendo la cabecera hecha a finales del siglo XII y la nave atirantada a mediados del XIII. La cabecera está formada por un ábside semicircular de sillería despezada, cubierto por tejado sobre cornisa que se apoya en ménsulas lisas menos cuatro, dos florales y las otras con una luna y una carita. Por debajo un friso con arcos ciegos apoyados en ménsulas de rollos escalonados. El tambor se secciona en tres espacios por medio de dos columnas adosadas que rematan en capiteles con bolas y que albergan en cada espacio una ventana aspillada de derrame, hoy cegadas.
La puerta, sencilla y sin escultura alguna, se abre al muro Sur y aparece protegida por pórtico renacentista.
El presbiterio se cubre con bóveda apuntada y encalada con arranque en impostas, al que se accede por arco triunfal doble y apuntado que apoya en columnas adosadas
que rematan con capitel de bolas.
Un magnífico retablo plateresco de la escuela castellana, apoya sobre la húmeda pared pleno de desconchones
Y, aunque un poco frustrado y triste, creo que el viaje mereció la pena por una sola cosa inédita, un descubrimiento que ahora que estoy en el Edén puedo mostraros sin exponerme ya que tengo al Juez Supremo de mi parte.