GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS
Colegiata de Santa María la Mayor
Templo de San Juan de la Cuesta
Templo de San Miguel
Templo de Santo Domingo
El Castillo

La celtibérica Darek y Agiria romana, no aparece documentada hasta el año 837 cuando la familia yemení de los Bau al-Muhayir, pertenecientes a la tribu tuyibíes o árabes del sur, se instalan en la que dieron en llamar Calt-Daraca donde permanecieron por más de cuatrocientos años hasta que en 1120 fue conquistada por Alfonso I de Aragón.
A fuer de ser sincero, he de reconocer que en las cuatro ocasiones que visité Daroca las intenciones de mi mascota eran ajenas al románico, pues el objetivo era realizar y profundizar en el estudio de un personaje histórico que lleva años fascinándoles por una biografía sin paragón al que la historia tiene relegado: el ricohombre aragonés don Pedro Ahones, sepultado en la Colegiata de Santa María.

De fábrica románica, sólo resta la cabecera con ábside de semitambor y presbiterio seccionado por semicolumnas. El ábside se corona con arquillos ciegos sobre canecillos lisos y se abre con ventana de arquivolta sobre cada paramento.

coronadas por capiteles de jinetes en lucha

o condenados.

Santa María resulta ser el templo más importante de Daroca a consecuencia de la leyenda de Los Corporales que custodia y que se remonta al 23 de febrero de 1239 cuando el capellán darocense Mateo Martínez celebraba misa en el castillo de Chío y un ataque musulmán impidió su celebración teniendo que ocultar seis hostias consagradas en los corporales para evitar su profanación, las cuales aparecieron impresas en sangre. Bibilitanos, turolenses y darocenses disputaron por su propiedad, por lo que se recurrió al consabido remedio de atar los corporales a lomo de una mula para que Dios decidiera sobre su destino,

que no fue otro que la Puerta Baja de Daroca donde, extenuada, cayó muerta.

En su interior

no pararon hasta documentar sus hallazgos logrando que la Oficina de Turismo acabara colocando el cartelón del lugar de sepultura de don Pedro Ahones.

El templo de San Juan de la Cuesta, situado en la parte alta, es el más antiguo de la localidad. Combina piedra de sillería hasta medio tambor absidal y se remata en ladrillo, convirtiendo los fustes en pilares.

Dos ventanas de arquillos polibulados iluminan el presbiterio

Interior de una sola nave con ábside semicircular y dos capillas laterales

alberga preciosas pinturas murales sobre la Santa Cena, y otros motivos de la Pasión

Sobre un Pantocrátor central.

El templo de San Miguel, conocido como de San Valero, es el mejor conservado. Comenzó a construirse a mediados del siglo XII y se prolongó hasta el XV.

Cabecera seccionada por seis haces de tres semicolumnas y una sola ventana en su eje, se remata con arquillos ciegos

Variopintos canecillos recorren su cornisa

Portada al mediodía apoya sobre columnas de capiteles desgastados donde se observa al Arcángel de su advocación alanceando al dragón.

Y tímpano restaurado donde los textos académicos describen una impronta del primitivo Pantocrátor

Y que mi mascota, a la hora del vermut, tuvo la suerte de desentrañar cuando le hice reparar en la vieja foto prendida en la pared de aquel bar

en la que se muestra la original portada con el primitivo tímpano que contenía la figura de San Miguel.

El interior de tres naves separadas por pilares en cruz y columnas adosadas. Crucero con bóveda de crucería y cimborrio.

Bóveda estrellada sobre el coro del siglo XVII.

Y preciosas pinturas góticas del XIV en el ábside representando la Coronación de la Virgen con los Apóstoles y tres filas de ángeles con instrumentos, incensarios y velas.

Las columnas terminan en capiteles deteriorados donde se adivina una Psicostasis.

Del templo de Santo Domingo, solo resta su torre de base cuadrada con el primer piso de sillar y los dos superiores de ladrillo que acogen ventanales geminados mudéjares.

El recinto amurallado de su Castillo del siglo IX es de tapial y piedra. Más de cuatro kilómetros con tres castillos, cien torreones y puertas

Y el pozo de la morisca,

origen de una bonita leyenda.

Total, que yo con unas tristes lonchitas de pavo y pienso y éste viviendo como un marqués.

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