GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS
Templos de Santa María y del Salvador
La Segid de Plinio o Seglam de Rávena, que los musulmanes convirtieron en plaza fuerte como Siya o Sayya aparece documentada en el siglo XI como Ejea cuando Sancho Ramírez le concede sus diezmos a un monasterio francés. Conquistada en 1105 por Alfonso el Batallador la dotó con los fueros de Exea que serían confirmados en 1135 por Ramiro II y Pedro II le concedió castillo y viviendas para poblar con judería, celebrando Cortes en 1265 y 1272 bajo el reinado de Jaime I.
El templo de Santa María , o Santa María de la Corona, está situado en la parte alta asentada sobre mezquita musulmana. Es un templo fortificado como albarrana del castillo, hoy desaparecido.
Consagrada en 1174 por el obispo zaragozano Pedro Tarroja, guardaba 22 sepulcros pertenecientes a los caballeros que la conquistaron en tiempos de Alfonso I el Batallador y que le dio el apellido a la población por el que hoy se conoce: Ejea de los Caballeros..
De planta rectangular, tiene nave única dividida en cinco tramos que remata en ábside poligonal de orientación ortodoxa con cinco paños. De longitud de 37,70 metros de largo por 8,95 metros de ancho, presenta varias capillas laterales y tiene acceso por dos puertas barrocas
y una románica en el muro sur, que resulta iluminado por un solo vano del lado norte.
Es de piedra sillar y se cubre con bóveda de horno reforzada. Columnas ornamentadas con vegetales y flores.
Siempre me alojaban en el hotelito de Ciudad de Ejea, frente al templo de El Salvador, por lo que tenía la impresión de que no era un detalle hacia mí sino con la idea preconcebida de mi mascota de ahorrarse paseos y tenerlo presente desde su habitación.
De ábside poligonal y nave única, tiene dos portaladas interesantes. La septentrional protegida por pórtico con cuatro arquivoltas donde se representa la vida de Cristo con restos de policromía original
y la occidental con arcos apuntados que se apoyan en columnas rematadas por estupendos capiteles
que sostienen un crismón de ocho ejes
Pero no sé por qué cuento esto, ya que esta panda de insufribles allí únicamente iba a pasárselo bien mientras me desgañitaba por hacerles entender la belleza románica que este Maestro derrochó en Cinco Villas.