No seas mero visitante ni turista. Sé Curiosón, románico en movimiento que husmea como yo, un simple perrito pequeño, yorksay medio, sin mayor gloria ni fama que la de haber disfrutado cada rincón de aquellos momentos y amigos que configuraron lo que fue mi vida terrenal.
Pon marcha atrás. Has visitado los templos de las Cinco Villas aragonesas que, previamente, tenías anotadas en las lecturas de tus guías más renombradas. Has ignorado el cruce de un pueblo con nombre inusualmente raro despreciando la imagen de un templo visto desde la autovía como un mazacote de muro grueso, fajado en tramos de contrafuertes y de estética tan austera, que no ha merecido tu atención ni tu tiempo mientras sigues el rumbo a la próxima Zaragoza.
Por favor, replantéatelo. Merece la pena. En San Gil, encontrarás un templo sobrio, cisterciense y templario con las influencias de Languedoc que conmemoraba la victoria de Alfonso II en Provenza financiada en 1169 por el Temple como banqueros del rey a los que devolvería el dinero cuando recuperó el tributo que le adeudaba el rey Lobo de Valencia y Murcia. Es puro arte, leyenda y vida.
Los canecillos del exterior te lo advierten: vida.
A la entrada, un tímpano inusual llama la atención. Ni dios, ni tetramorfos. Una escena por identificar: La propia leyenda de San Gil, aquel eremita francés traído al románico hispano donde una mesnada de cazadores con escudos espadas y trompetas se adentran en el bosque que habitaba el ermitaño persiguiendo a la cierva que con su leche lo alimentaba. Al lado izquierdo, la cueva en la que se refugia. Es un tímpano con arco de medio punto y dos arquivoltas.
Se apoya en estatua-columna que representa a San Gil descabezado.
Entra conmigo al templo
y descubrirás puro arte: cabecera con bóveda de horno y seis nervios que parten de la clave central para apoyarse en las columnas adosadas en los ángulos absidiales.
Arquería con capiteles con la vida de Jesús desde el Nacimiento hasta su Muerte.
Veinticinco capiteles historiados desde la entrada triunfal
La Santa Cena
Corte de oreja a Malco y suicidio de Judas
que finalizan con la visita de las tres Marías al Santo Sepulcro.
Episodio poco conocido de David salvando la oveja de su rebaño del ataque del león (Jueces I, 17, 34), que frecuentemente se ha confundido con la representación de Sansón.
En las pilastras del paño norte, la leyenda con escenas de San Gil. Cazador con ave de cetrería siguiendo a ave que se refugia en la cueva del santo.
Martirio de su amigo San Ginés de Arlés, decapitado con cabeza en sus manos arrojada al río Ródano.
Curación de hombre picado por serpiente. Milagro de San Gil.
Entrevista de San Gil y San Cesáreo.
Curación del endemoniado.
Y unos capiteles enigmáticos en las pilastras del arco triunfal con inscripción. Los expertos quieren deducir que se trata de un tetramorfos inédito porque se recogen figuras de leones sin alas y dos personajes hablando, un toro alado con cruz en la pata
y la inscripción de MARCHVS en un libro que señala un ángel.
Ellos lo consideran como tetramorfos. Yo, después de ver el trabajazo que se curraron mis mascotas, estoy mucho más tranquilo y seguro.