¡Es que no se enteraba! Le tuve que explicar que aunque este precioso pueblito del Languedoc-Roussillon francés estuviese ocupado por los romanos, su nombre no procedía de la diosa Minerva, sino del celta men- herbá, o sea refugio en la roca. También men-hir, es roca en celta.
Este pequeño pueblo francés medieval es de "les plus beaux de France". Mi edén no hubiese estado completo si no lo hubiese visitado y el vuestro tampoco estará redondo si no lo hacéis.
Recorréis las calles de aquel lugar que en el siglo XIII fue refugio de los cátaros. Recordaréis que en primavera de 1210, Simón de Montfort decidió atacarlo y se encontró con un montículo excavado por los ríos Cesse y Brian y sus defensas naturales de barrancos impresionantes que la hacían inimpugnable.
Colocó catapulta frente al castillo, que no dejaban de disparar enormes piedras para destruir sus muros. Los vecinos la llamaron Malvoisine ( la mala vecina).
A las siete semanas de asedio, una pedrada rompió el pozo que suministraba el agua a la población y tuvieron que rendirse, no sin antes inmolarse en una hoguera 150 Perfectos cátaros que se negaban a abjurar de su religión.
El pueblo guarda vestigios de su época medieval: parte de la muralla (candela) y signos templarios.
También el templo románico de Saint-Étienne del siglo XI que encontramos cerrado.
Pasear por sus callejuelas, es un placer inmenso
Disfrutar de vadear el barraco
Inspeccionar sus cuevas naturales...
Y despedirte ante la silueta de "La Paloma de la Luz", alzando el vuelo para juntarse con el alma de aquellos mártires cátaros.