Al ponerse el sol en Ciudad Jardín. © AJR, 2018.
Anda Adán encorvado y macilento:le han dicho que sudar es su ADN.
Y tendrá que sudar. Es lo que tiene
ser la NaDA al revés. ¡Menudo invento!
Ha dejado El Edén, famosa casa
de citas, y se pierde en las afueras
de Babel, cerca ya de las fronteras
de lo real sin nombre. Y las traspasa. Doblada la cerviz, cae de hinojos
y siente que regresa a la inocente
claridad encendida del jardín. En el último giro de sus ojos,
sobre el cielo violeta de poniente
ve la luz que le da su don sin fin.