Revista Arquitectura
“Quería construir un edificio que sonriese. Un día iba por una calle próxima y vi tiendas en las que vendían edificios musicales de colores muy bonitos: amarillos, rojos y azules” Renzo Piano (EFE)
La singular calificación de Renzo Piano resume el carácter imbuido al Complejo, una intervención urbana que promueve la mutación de un área urbana afectada por la traza que lo contiene. Este proceso de trasformación promovido desde la arquitectura se cimenta sobre dos conceptos que resultan determinantes para alcanzar ese objetivo: la permeabilidad del edificio y la vitalidad de sus colores.
Piano rompe el bloque de manzana característico de la ciudad articulando diferentes volúmenes entre sí, en una operación que permite al edificio integrarse en las calles laberínticas de un barrio con trazado medieval. De este modo, la apertura entre bloques permite una infinidad de perspectivas desde la calle y una mayor riqueza en términos de espacios funcionales, haciendo participe el patio interno de la actividad urbana.
Para fortalecer esta idea, matiza cada volumen con un color diferente con la intención de contrarrestar el gris dominante del contexto. La audacia de Piano queda representada en cada uno de los volúmenes edificados, que fueron revestidos con cerámicas vitrificadas en tonos de rojo, verde, naranja y amarillo. El material empleado permite mantener el brillo inalterable con el paso del tiempo, pero además se limpia fácilmente con el agua de lluvia.
El complejo Saint Giles está compuesto por 109 viviendas y 37.000 m2 de oficinas alojadas en la altura de los bloques sobre un basamento transparente destinado a locales comerciales y restaurantes vinculados al patio central. Sin embargo, lo que convierte al complejo en una de las obras singulares de Oxford Street es la estrategia de Piano, que establece edificios musicales en una zona donde los silencios resultaban abusivos.