Teleaire.com recorre las calles de la capital francesa tras las huellas de “La Môme”, aquella mujer de silueta menuda y potente voz, que se convirtió en hija de París y supo ganarse el corazón del mundo entero.
El Distrito 20 de la ciudad la vio nacer, en el hospital Tenon que se encuentra en la rue de la Chine. En pocos años Edith comenzó a maravillar a los ciudadanos de la ciudad con su peculiar voz, cantando en la calle para sobrevivir a la extrema pobreza en la que vivía junto a su familia. (Imagen: elisabetta2005)
Hoy, a pocas cuadras de la calle en la que nació, se alza una estatua con su figura ubicada en la plaza bautizada con su nombre. Encontrar la estatua es una tarea sencilla, porque se encuentra a pocos metros de la salida del metro de Bagnolet.
Durante su adolescencia Edith sale a las calles de Montmartre a cantar, y entre Pigalle y Blanche conoce a P’tit Louis el padre de su primer y única hija, quién muere a los dos años por una fuerte meningitis. Es Louis Leplée el encargado de darle un giro a la vida de la cantante, cuando la descubre en la calle y la invita a formar parte de sus espectáculos en cabarets. Este encuentro con su representante se produce en las esquina de rue Troyon y la rue Mac-Mahon, en el Distrito 17. Él también le da el apodo por el que la conocería el mundo entero: El gorrión de París. (Imagen: elisabetta2005)
El museo Edith Piaf, fundado por su amigo Bernard Marchois, reúne objetos personales de la cantante. Al visitarlo el propio Bernard hace de guía y cuenta anécdotas de su juventud junto a ella. El museo, que se encuentra en el centro de Belleville, era el antiguo departamento de Piaf, aunque Bernand era su verdadero propietario. Los turistas que lo recorren se toman fotografías junto a una imagen tamaño natural de la cantante, de apenas 1,48 centímetros. También descubren objetos personales de su vida, como los guantes de boxeo de su gran amor Marcel Cerdan y cartas que le enviaba a sus amigos.
Su canción Bajo el cielo de París es un tributo a la ciudad que la vio nacer, que le dio tanta miseria como gloria y fue testigo de su temprana partida con tan sólo 47 años.
Bajo el cielo de París
Un río fluye alegre
Esto adormece los vagabundos
Y los mendigos que duermen
Bajo el cielo de París
Aves de Dios
Vengan de todo el mundo
Para conversar entre sí
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La imagen que ilustra la portada del artículo pertenece a Jean Paul-Remy.