Revista Política
Varias noticias han salpicando la actualidad en torno a los separatismos por toda Europa. Las más violentas y que han cambiado el mapa de una forma más rápida y traumática fueron los recientes acontecimientos en Crimea y que nos retrotraen a la Guerra Fría. Pero en Europa occidental se están sucediendo movimientos separatistas que, aunque similares en algunos aspectos, difieren en lo más importante.
El caso escocés es el más llamativo porque se ha solucionado de forma pactada, pero el marco en el que se entablaba el problema (porque las tensiones dentro de un Estado siempre constituyen un problema) era más difuso y más abierto. Al tratarse de una constitución no escrita, los protagonistas tienen un margen mayor para dar forma a soluciones imaginativas. En este caso la responsabilidad de los agentes políticos británicos ha jugado a su favor porque, de no haber llegado a un acuerdo, se hubiera producido un choque de trenes como está sucediendo en España. Londres y Edimburgo siguen aduciendo que han cedido los dos a las negociaciones porque ambos tenían las competencias de convocar referendos. El marco constitucional continental, pone negro sobre blanco a tales cuestiones y en España no cabe ninguna duda de dónde radica tal competencia.
Pero el éxito del proceso escocés, triunfe quien triunfe, se debe a un orden lógico en la cadena de acontecimientos. Al igual que en el caso de Quebeq los escoceses votaron de forma inequívoca a los independentistas que llevaban en su programa electoral efectuar una consulta. Cuando estas fuerzas fueron hegemónicas llevaron a cabo el programa por el cual habían sido votados. Esto no ha pasado en Cataluña, lo que explica en parte la disfuncionalidad del proceso secesionista catalán.
Allí una manifestación multitudinaria por la festividad catalana llevó a un presidente autonómico en horas bajas a subirse a un tren que él esperaba le llevase a buen destino. La aguda crisis económica a nivel estatal y más a nivel catalán (en bancarrota técnica) le llevó a airear la bandera de la mala distribución tributaria para acudir a la Moncloa en busca de un buen acuerdo sin tener que pactarlo con las demás regiones en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. A sabiendas que iba a obtener un no de un PM conservador con mayoría absoluta, convocó elecciones anticipadas sacando de la chistera el "derecho a decidir".
Fue una apuesta personal donde el premio era un gran apoyo electoral con el que pasar más cómodamente la travesía en el desierto de la profunda crisis, pero CiU se pegó el batacazo de la década y pasó a depender de otras fuerzas políticas. A partir de ahí Artur Mas pasó a ser rehén del proceso soberanista y no al revés. Tras las elecciones Artur Mas y CiU no tienen una estrategia clara, van dando bandazos y se van dejando llevar entre las iniciativas de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y el Partido independentista ERC.
La muestra de tal inactividad política se muestra en la pobre actividad legislativa, se han prorrogado los presupuestos durante un año y difícilmente se han sacado unos nuevos donde se ha impuesto el recorte imperante en el Estado. Cataluña es la región que más depende del fondo de rescate autonómico mientras no para de gritar que aporta mucho más de lo que recibe y cae en una guerra de cifras con el gobierno.
Los bandazos del Molt Honorable President indican que no hay una estrategia clara porque, al contrario que ERC, Artur Mas no tiene unos objetivos claros más allá de continuar en el poder. Un poder que parece se le escapa tan rápido como el control del proceso soberanista.
Cualquier partido en Europa hubiera forzado la dimisión de Artur Mas el día de la debacle electoral, pero mal que le pese a Mas, esto es España y gracias a eso se ha aferrado al sillón haciendo honor a la más arraigada tradición patria.
A cambio ha perdido casi por completo el control de la legislatura y a nivel político depende de ERC, con lo que éste puede imponer su agenda sin que se desgaste por ello. De ahí la estupidez dicha por Oriol Junqueras que "no es incompatible apoyar al gobierno y a la vez liderar la oposición".
Así que como a CiU se le supone un partido más institucional que ERC está dando pasos con apariencia legal que le llevó a proclamar Cataluña como sujeto de Soberanía, proclamación rechazada por el TC recientemente. Su segundo paso fue solicitar la cesión momentánea de la competencia para convocar referendos.
Pero el fracaso del plan Ibarreche en el Parlamento era una llamada atención para los secesionista, así que a pesar de lo solemne del debate parlamentario y de las buenas palabras, se le quiso dar un perfil bajo ante el más que previsible portazo. La ANC, ERC y tras ellas Artur Mas declararon que no era el final del proceso, pero mal que les pese sí es el final del proceso. O al menos el principio del fin.
El Congreso por mucho que quieran ignorarlo es el depositario de la Soberanía Nacional, no un mero parlamento local con poderes delegados. Marca cuando una vía está muerta aunque no se vea su final. Mas lo sabe y ERC desea ir poniendo más vías para que no llegue el final de un plan que ya está en coma.
Por eso Artur Mas comienza a decir en voz alta algo que ya sabía desde hace mucho, que no es probable que se celebre referendo alguno el 9 de noviembre y amenaza con unas elecciones autonómicas en clave plebiscitaria. Como si ya no estuvieran usando el actual parlamento autonómico con un sentido plebiscitario.
El siguiente paso es elaborar una ley de consultas propia (se abstienen mucho de llamarla ley de referendos) para que se pueda realizar una "consulta no vinculante" y así esquivar el más que probable veto del TC.
Pero resulta dudoso que Mas se decida por sí mismo a disolver el parlamento y convocar elecciones, debido a que todos los sondeos le dan como perdedor ante una ERC en auge. Si lo hace será obligado por las presiones y su debilidad parlamentaria. Este es otro punto en que se hace patente el poco control que Mas tiene sobre los acontecimientos, ya no es libre siquiera de convocar nuevas elecciones cuando él quiera sino que está siendo manejado. Su debilidad y la del partido después de que se hubiera jugado el todo por el todo en el adelanto electoral de 2012 ha llevado a CiU a ser un mero rehén de ERC. A cambio de su único punto programático (la independencia) se han aprobado unos presupuestos muy restrictivos que dejan a los republicanos con la ventaja de poder atizar con ellos al gobern cuando le venga en gana. Así conjuga Oriol Junqueras ser apoyo y oposición a la vez. Por eso dudo que Mas convoque elecciones autonómicas, no al menos de forma inmediata, porque Artur no es un tarado como los de ERC, solo un oportunista más de la política. ERC, llegado el caso, iría mucho más lejos planteando una declaración unilateral de independencia. Pero hasta entonces están apoyando en el parlament políticas de austeridad a rajatabla como CiU, por lo que deberían plantearse en cambiar de nombre por RC y olvidarse de la E. La única ideología de ERC es la independencia. No tienen el más mínimo pudor en hipotecar su supuesta izquierda a cambio de lo único que les importa.
¿Y el PSC? Pues los socialistas están perdidos y son tan impopulares como cualquiera que propongan una tercera vía hoy día: pierden el tiempo con federalisme cuando deberían desmarcarse ( evitar el desgaste interno) y centrarse en los problemas de la gente que es lo que no hace Artur. Tampoco lo hace ERC que, como tantos partidos independentistas, o como le sucede al UKIP en el Reino Unido, son partidos de un solo programa y todo lo demás son meras comparsas.
Los independentistas catalanes están aprovechando la debilidad de las instituciones del Estado para soltar amarras. Saben que es ahora o nunca, que si no tal vez tengan que esperar otros trescientos años, de lo que no son conscientes es que el marco comunitario es un arma de doble filo. Desdibuja la soberanía y permite a las regiones realizar una enorme labor independiente en su seno pero, como asociación de Estados, blinda las fronteras de sus miembros. Los movimientos pro independencia están jugando a un juego propio del siglo XIX inmersos en una realidad supranacional del XXI.