Revista Política
Ayer, tras mucha precampaña por parte de los candidatos, el Comité Federal ha convocado oficialmente las primarias del PSOE. En principio concurren solo tres candidatos: La actual presidenta de Andalucía, Susana Diaz; el exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez y el expresidente del congreso y ex Lendakari, Patxi López. Sobre el papel los tres parecen buenas opciones, al menos por escrito, pero si conocemos a la persona detrás del cargo y sus actos, la cosa cambia. Pedro Sánchez. El exsecretario general sacado a empujones del cargo tras el convulso Comité Federal de octubre que muchos tildaron de golpe palaciego. Sus puntos flacos son: dos derrotas en electorales generales y responsable indirecto de otras dos derrotas regionales. Se trata de un candidato con muy poco calado ideológico y aún menos sentido de Estado. Es mal orador, el peor valorado en todos los debates realizados. Su postura un tanto ambigua con respecto a Podemos, lo que le hace sospechosos entre parte de la militancia y gran parte de los cuadros dirigentes del partido. No en vano fue el motivo que precipitó su caída. Como puntos fuertes destaca su atractivo personal y su telegenia. Pero más allá del mero aspecto personal, su mayor fortaleza es haberse mantenido fiel a su palabra, a su no a Rajoy. Eso le hace para muchos militantes un candidato de fiar aunque haya reducido la base electoral de su partido a cotas desconocidas para el PSOE en esta III Restauración. El modo en que lo sacaron a golpes de la Secretaria General para forzar una abstención en la investidura de Rajoy es un capital político valioso del que carecen los demás candidatos. De salir elegido podría darse un efecto Corbyn, es decir, un Secretario General que goza del apoyo de la militancia pero carece de apoyos en los cuadros del Partido y entre los diputados. No es diputado, y eso es un punto muy flaco en un sistema parlamentario. En mi opinión, haber entregado el acta de diputado fue una mala estrategia a largo plazo. A corto plazo le permite aparecer limpio y sin mácula, no ha faltado a su palabra, ni tampoco ha desobedecido las directrices de su Grupo Parlamentario. Pero la política en este país se desarrolla en sede parlamentaria y más en esta legislatura. Sería el único líder de los cuatro grandes partidos que no tendría escaño y no podría liderar la oposición durante la sesión de control al Gobierno ni, lo que es peor, en el Debate sobre el estado de la Nación. Su visibilidad estaría siempre disminuida, cosa que beneficiaría al líder morado. Sus declaraciones carecerían del empaque que le otorga la sede parlamentaria y volveríamos a ser testigos del efecto Hernández Mancha, que lastró la oposición del PP a Felipe González durante finales de los ochenta. Quien sí se ha visto que tiene un gran número de apoyos (actuales y pretéritos) es Susana Díaz, Presidenta de la Junta de Andalucía. En su contra juega el poco predicamento que parece tener entre la militancia, el hecho de aparecer como la conspiradora que propició la caída de Pedro Sánchez y, para algunos, ser la más conservadora de quienes se presentan a la Secretaría General. Parece también tener poco predicamento entre el electorado de centro-izquierda fuera de Andalucía. Hasta hay un chiste que la compara con la cerveza Cruzcampo por la poca popularidad que tiene en el resto de España. Los apoyos recibidos también pueden ser un punto negativo frente a la militancia más joven del partido que no solo no se ve reflejado en los líderes reunidos en IFEMA la semana pasada, sino que los considera parte del problema ideológico del PSOE que ha llevado al partido a posiciones demasiado centradas o, incluso, social-liberales. Un punto negativo que comparte con Pedro Sánchez es el hecho de que tampoco es diputada en Cortes Generales. Muchos se han preguntado si renunciaría al cargo de Presidenta regional de salir elegida, no parece que ese vaya a ser el caso, pero si espera trasladar el foco de la confrontación parlamentaria de Madrid a Sevilla le auguro poco éxito y estaría dando munición a líderes regionales menores de otros partidos para que brillen con luz propia a su costa. Sus puntos fuertes radican en que es la única candidata que ostenta un cargo de gobierno, y uno tan importante como la presidenta de una región de más de ocho millones de habitantes, una posición que puede jugar a su favor. Es la única socialista que ha mantenido una autonomía en manos del partido cuando el mapa se tiñó de azul en el 2011 y que ha reeditado una victoria del PSOE en un mar de resultados mediocres. Cuando todo lo demás parece fallar algunos creen que las victorias en Andalucía son el aval más firme que se puede extrapolar al resto del Reino. Veremos. El tercer candidato en liza y que dependiendo de las encuestas quedaría en segundo o tercer lugar es Patxi López, ex Lehendakari y ex presidente del Congreso. Tiene apoyos modestos de antiguos Sanchistas y, resulta muy curioso, que carezca de primeras espadas debido a lo que ha sido para el partido. Sus puntos flacos son no gozar de grandes apoyos, y un apoyo no demasiado entusiasta por parte de la militancia. Fue el primero que se postuló para la secretaría general y no despertó mucho entusiasmo ni mucha atención mediática. Está siendo eclipsado por el choque entre Susana y Pedro que parecen representar las dos almas del PSOE. Patxi es un candidato centrista y podría acaparar votos de unos y otros, pero parece que la carnicería está servida y polarización de la campaña corre en su contra. Sus puntos fuertes radican en que podría tratarse de un candidato de consenso que no levanta ampollas en ninguno de los dos bandos. Tras las primarias es quien parece tener más fácil la tarea de unir al partido. Su segundo punto fuerte es el gran perfil institucional, no solo fue presidente en una autonomía vetada a los partidos nacionales, sino que lo fue con apoyo del PP, lo que es un añadido para llegar a consensos, algo muy necesario en la presente legislatura. Fue el Presidente de la Cámara durante la breve XI legislatura y gracias a su capacidad negociadora dejó a Podemos fuera de juego dos veces en la mesa del Congreso. Por último, y no menos importante, tiene un escaño en el parlamento, lo que le permitiría, de ser elegido Secretario General, efectuar una labor de oposición más eficaz. Un Secretario General del PSOE con escaño parlamentario ostentaría el lugar que le corresponde como líder de la oposición. A no ser que quieran instaurar en el PSOE la bicefalia que tan bien ha funcionado en el PNV, la idea de un secretario general del PSOE sin presencia en el parlamento me parece un escollo difícil de salvar. Personalmente, no me disgusta la idea de un líder del partido separado de las labores parlamentarias para mantener a salvo las esencias del partido y marcar distancias ante las desviaciones tácticas de la vida parlamentaria. Esta visión era la que defendía Pérez Tapias en las anteriores primarias del PSOE. Entendía que la labor parlamentaria se acercaba más a la política de realidades que a la política de intenciones y ahí, en las intenciones, en las promesas y la ilusión debe residir el líder de un partido, pero no necesariamente un candidato. El mayor problema al que se enfrenta el PSOE no es tanto de liderazgos como de credibilidad. Las dos son distintas caras de una misma moneda: encontrar un buen líder que dote al partido de la credibilidad que ha perdido. Los más de cinco millones de votos en los que se ha quedado el PSOE son una base electoral nada desdeñable dado el calado del candidato que presentaron a la Moncloa, pero obviamente no es suficiente para ganar las elecciones. Los tiempos en los que el bipartidismo hacia que, tras el desgaste del contrario, la Moncloa cayese de forma casi automática en manos del otro partido, han pasado. Ahora el partido tiene la responsabilidad de presentar al mejor candidato posible porque su credibilidad depende ello. Ésta puede ser una elección trascendental que marque el carácter del PSOE. Es evidente la importancia de Andalucía para la existencia del partido. Siempre he defendido que el PSOE no seguiría la senda del PASOK porque tenía el granero andaluz. Pero podía darse el caso de ser relegado a una especie de partido regionalista. De ganar Susana Díaz, el PSOE corre el peligro de ahondar en esta tendencia regionalista andaluza y desencantar a los demás territorios. Una victoria de Sánchez daría mayor independencia al aparato del partido no solo respecto a Andalucía, sino también de su propio pasado. La cuestión sería en qué posición queda Susana Díaz. De quedar en segundo puesto por detrás de Sánchez aún tendría posibilidad de moldear la Ejecutiva saliente de las primarias. Pero, de quedar tercera como le augura alguna encuesta, su influencia se vería totalmente diluida. Sea como fuere ambos tendrían muy complicado configurar una Ejecutiva de consenso que terminase de unir al partido. Los dos representan visiones prácticamente irreconciliables en la que se mezcla una animadversión personal y eso parece haberse trasladado a los militantes que apoyan a uno y a otro. Por ello, personalmente, creo que la candidatura de Patxi López es la mejor situada para acometer semejante labor. No solo tiene menos rencillas con unos y otros, sino que su perfil institucional y su puesto como diputado le sitúan como el mejor de los candidatos. Considero que el PSOE tiene mayores y mejores perspectivas para recuperar su credibilidad con Patxi López como Secretario General. Además, en mi opinión, supone una base solvente para reconstruir el apoyo del electorado. En un país cuya sociedad se autodefine mayoritariamente como de centro-izquierda, recuperar los valores de la socialdemocracia clásica es vital para el Partido. Sería una negligencia dejar escapar la oportunidad de copar ese espacio de centro-izquierda que Podemos está abandonando a toda velocidad tras la victoria del líder morado en Vistalegre 2. El país necesita una oposición digna de tal nombre que trascienda las bufonadas y salidas de tono de quien se dice "gobierno en la sombra". Es imperativo para la vida política y la estabilidad del Reino que el PSOE recupere el espacio perdido. No en vano, hasta el propio Pablo Iglesias reconoce que el PSOE es el partido sobre el que pivota la III Restauración, de ahí la urgencia por recomponer la socialdemocracia española. Nos va la estabilidad en ello.