El Grupo Prisa ha traído El Huffington Post a España desde hace aproximadamente una semana. La plataforma informativa que apareció hace apenas 4 años en Estados Unidos y batió todos los récords de popularidad y, de lo más importante, ingresos. Un titular dice “El Huffington Post debutará con 7 periodistas y 60 blogueros”. The Huffington Post en su versión americana arrancó con 500 blogueros. A los dos años de estar en línea, 30 periodistas conformaban su plantilla. En Febrero de 2011 AOL compraría la compañía a Arianna Huffington y Keneth Lerer por 315 millones de dólares, de los cuales el 95% serían en efectivo. Los blogueros, por supuesto, entraron sin cobrar y seguirán sin cobrar, tanto allí como aquí.
Mientras tanto, da la casualidad de que se gradúan en España al año entre 2500 y 3000 periodistas al año. Pero por el otro lado 7000 periodistas se han quedado en el paro en España desde 2008, pero para este año sólo 6.000 están en el paro, por lo que esa diferencia de periodistas que ya no cobran el paro o bien han cambiado de oficio, o bien se han quedado sin sustento económico propio. También se han destruido más de 6000 puestos de periodismo en lo que va de año, más del 15% del total, a lo que hay que añadir la brutal reducción de trabajo digno, al haber convertido mucho del trabajo que hay en becas malpagadas para estudiantes en prácticas eternas.
Y la cosa no termina. Todas las semanas se encuentran noticias de EREs y reducciones en las condiciones para los trabajadores. La dirección de la Agencia EFE reducirá la jornada de trabajo entre un 25% y un 50% . El ERE en El Mundo afectará a 113 trabajadores. El ERE de Prisa prevé un recorte de entre 600 y 700 trabajadores más de los que lleva. El cierre de cabeceras, televisiones y radios se cuentan por cientos, y no sólo de medios pequeños y locales, sino también de grandes periódicos que sí reportaban beneficios y resultaban rentables como ocurrió con Público.
Pero todo esto no podría ocurrir sin unos profesionales cainitas y cómplices. Que quedan eclipsados con los cantos de sirena que les pregonan a los miles de estudiantes de periodismo en España. Se les cuentan historias que hablan de la reputación, el prestigio del medio para el que pueden colaborar. “Tu esfuerzo servirá para hacerte un nombre”, les dicen, como si la mera publicación de noticias en tal o cual cabecera supusiese algún tipo de beneficio. Los más afortunados, sólo los mejores de los mejores, consiguen una beca esporádica de 600 euros a jornada completa, siempre con la premisa de que, si les gusta tu trabajo, te contratarán. Y esto último es una falacia total.
Un periodista de verdad estará al tanto de la realidad, y sabrá que eso que les venden no es así. Tal vez se escuden pensando que ellos son mejores profesionales que aquellos que llevan media vida ejerciendo y despidieron hace dos días. Tal vez crean que están más adaptados a los nuevos tiempos, o que poseen una visión nueva que aportar que los anteriores ya perdieron. La realidad es que se suceden las historias de becarios que han gastado sus años de prácticas y ya no encuentran ningún medio que les quiera contratar. Si esta mentira se mantiene siempre habrá gente más joven y hambrienta dispuesta a cobrar menos para ocupar ese puesto.
Lo que muchos de esos jóvenes estudiantes de periodismo presumiblemente no sepan es que fuera del nicho materno las cosas cuestan dinero, y perder un tiempo y gastar un esfuerzo en ejercer su profesión sin cobrarla se llama estupidez. Todo ese tiempo que han gastado trabajando (llamemos las cosas por su nombre) para ese fantástico medio sólo reportará beneficios a quien dirija empresarialmente el mismo. En definitiva, le están regalando trabajo cualificado, le están ofreciendo en bandeja años de estudio y por tanto de inversión personal (una carrera no deja de ser una inversión a largo plazo). Lo que creen que hacen por sí mismos lo hacen por el prestigio y el beneficio económico (actual o futuro) de otro.
La única solución a este problema pasa por hacer ver a estos estudiantes que esto es un círculo vicioso, y que si lo mantienen se estarán encargando de canibalizar la profesionalidad en pos de quimeras, que antes o después se mostrarán en su máximo esplendor. El dilema del prisionero, esa teoría social que demostró que dos o más personas pueden no cooperar incluso si en ello va el interés de ambas, encaja aquí como un guante. Es un egoísmo inútil que en nuestra sociedad actual pasa por creer que, si uno puede perjudicar al otro, lo hará. Si se mantiene esta dinámica, el resultado será que en unos años (y no tantos) tendremos una profesión tan mermada que dejará de serlo.
Ya hay grupos de apoyo, asociaciones de profesionales que en ámbitos semejantes a este, donde los empresarios han empezado a pagar en prestigio, intentan destruir esta lacra. “I Am Designer – A Manifesto for Change” para los diseñadores, La Red de Teatros Públicos para actores de teatro, AMPE en música, y la FAPE o la APM en el colectivo que nos toca son algunos de ejemplos de agrupaciones en defensa de los intereses de los profesionales de estos, aunque hay muchos más. Pero está claro que el factor común para intentar subsanar el error es agruparse. Esto es algo que no se enseña desde las escuelas de periodismo, y en los próximos años será la elección más importante que harán los futuros periodistas: decir no explotación y sí a la dignidad.
Ruta 42