Ilustración de Carcayú
Con la llegada del nuevo gobierno el recorte en materia social se ha hecho más que evidente, cada vez más descarado que con el anterior, demostrando no sólo que se trata del mismo perro con distinto collar, sino que, en el proceso, ha contraído la rabia. El siguiente objetivo que, sienten, deben abatir, es el matrimonio homosexual.
Clama la Iglesia que no debería llamarse así según los preceptos del catolicismo, pero no aportan solución alguna más allá de cambiarle el nombre a “unión civil”, Lo cual no aporta mucho y sigue suponiendo una clara segregación. Teniendo en cuenta el carácter laico y aconfesional del que suelen jactarse la clase gobernante, poco caso debería hacerse a este estamento.
Mas ahora, quienes dirigen, bailan al son de su vals, destinando más de trece millones mensuales a los eclesiásticos mientras los presupuestos de sanidad, educación y cultura cada vez menguan de forma más precipitada. La abolición del derecho a contraer matrimonio por parte de los homosexuales no representa un recorte presupuestario como en los anteriores casos citados, aunque sí que lo es en materias sociales.
Ahora la ciudadanía se encuentra con que, lo que tanto esfuerzo costó conseguir, habiendo sido aprobado por ley, ahora puede esfumarse de un plumazo, derogando la misma ley. Si se puede jugar tan fácilmente con la legislación, pocas garantías quedan para depositar cualquier confianza en la misma.
Amar es amar, independientemente de quién lo haga y hacia quién lo dirija. El matrimonio no puede hacer daño alguno contra otras personas, la propiedad pública y/o privada, o incurrir en cualquier otro acto criminal. Si alguien no quiere casare con otro de su mismo sexo, no tiene por qué hacerlo, y esto no es excusa para evitar que los demás lo hagan.
Precisamente se está poniendo en el filo de la navaja un derecho que no afecta más que para otorgar una igualdad para con el resto de los ciudadanos. Nadie se verá privado de nada, excepto el colectivo homosexual de casarse. Si nadie ve amenazadas sus libertades, no existe excusa para amenazar las de terceros.
Pero parece que el giro medieval de una moral arcaica pero extendida puede más que la más pura lógica kantiana, queriendo imponer por la fuerza unos preceptos que no deben ser seguidos por todos, teniendo en cuenta el libre albedrío de todo el mundo. Además, si tanto profesan el amor al prójimo, ¿por qué insisten en la brutalidad de la obligación?
Como colofón, y teniendo en cuenta los varios millones de parados existentes a día de hoy, cabe destacar que el matrimonio genera dinero, hace que la gente trabaje, supone una inversión de capital significativa que ayudaría a las arcas del Estado. Aunque, quizá, lo que les duela es que, al no permitirse e matrimonio homosexual en las iglesias, ese dinero no vaya a inyectarse directamente en las arcas de monseñor.
Ruta 42
Más publicaciones Blog