¿Qué debe aprender un estudiante en su institución educativa que sea de utilidad para apropiar al desarrollo de su vida personal y laboral? ¿Cómo propiciar en los estudiantes la aplicación de conocimientos empresariales en la solución de problemas cotidianos y en la transformación socioeconómica propia y de su entorno? Desde la óptica del educador de las instituciones educativas, ¿Nos colma alcanzar la plenitud de una conciencia que nos diga lo que somos?¿Llegamos a “ser” gracias a lo que sabemos?A partir de estos y muchos otros interrogantes queda planteada la disyuntiva a la que nos vemos abocados los educadores y directivos como parte integrante del engranaje que hace que el sistema educativo de un país, región o ciudad trabajen convenientemente, si nuestra labor es la adecuada, el funcionamiento será ideal y se reflejará en personas de bien impulsando el desarrollo de nuestra región, pero si solo nos limitamos a cumplir con lo mínimamente mandado, esas personas y la sociedad del futuro, con sus acciones nos lo recriminarán. El conocimiento no es nada si no se pone al servicio de nuestra labor y menos aún si somos educadores y se omite.
Estamos “rodeados por el enigma y lo poco que entendemos racionalmente es la exigencia de un mundo enigmático”. El miedo al cambio, a lo novedoso, a lo enigmático, es una condición natural en todo ser humano, pero el enigma que encontramos en nuestro camino del conocimiento se torna desafiante y genera un interés inusitado el cual debemos vencer para abordar nuevos enigmas los cuales vencer o develar, las armas, el conocimiento, el valor que le asignamos a ese conocimiento poniéndolo en práctica y al servicio de lo que hacemos, y el atrevimiento de asumir el cambio como una posibilidad real de crecimiento.
Lo desconocido no asume la forma de enigma, sino que constituye un imperativo gnoseológico y volitivo para construir lo inédito. Ello supone no aceptar quedarse dentro de la estabilidad guarnecida por los límites; por el contrario, estamos obligados a embestirla en la búsqueda de una utopía como es la de la lucha por una conciencia protagónica, y así poder avanzar para enriquecer nuestra propia relación con la realidad, aprobada como ese horizonte que desafía como nuevo objeto a la voluntad consciente.
El problema central del conocimiento se ubica en la capacidad de mirar el límite, tanto aquello que contiene como aquello que se le escapa porque lo trasciende, y que, por lo mismo, lo toma como embrión de horizontes ante los cuales habría que asombrarse. Podemos seguir en el camino fácil de dedicarnos a lo que estamos acostumbrados por años o atrevernos a asumir responsabilidades y retos, que a corto plazo pueden ser vistos con ojos de desconfianza y recelo pero que a mediano y largo plazo la historia se encargará de reconocernos como pioneros de una nueva realidad emancipadora, propositiva y capaz de enfrentarse a los modelos tradicionales que mantienen a la educación en su estado de postración.
<<Más que entender hay que comenzar por mirar>>.
Debemos concebir al sujeto como una síntesis de experiencia entre darse cuanta del estar con la vivencia del estar; por ello su conciencia integra “lo externo” y “lo interno” en contraste con la ideología, que identifica a la realidad con una opción subjetiva, en la misma medida en que la subjetividad del sujeto se hace realidad tangible; no solo debemos mirar los cambios sino ser participes y protagonistas del cambio.
De ahí que el problema del conocimiento como parte de una apropiación más compleja de la realidad, no pueda reducirse a una cuestión de lógica sino que, más bien, tenga que relacionarse con una disposición cimentada en la propia motivación interna del sujeto para necesitar realidad, que se vincula con la mayor riqueza de sus horizontes de vida y de su autonomía como ser pensante. La más elocuente expresión de esta necesidad se cristaliza en los lenguajes gestadores de realidad. El respeto por el otro en la diferencia debe ser el pilar de comunicación entre los diferentes actores de una comunidad educativa, mientras sigamos profundizando en inequidades entre educadores y estudiantes, entre los mismos educadores, entre educadores y directivos y todos los anteriores con el resto de la comunidad, permaneceremos como una clase incapaz de transformarse internamente y transformar su entorno.
En la época del oscurantismo la sociedad permanecía a la caza de todo aquel que se atrevía a pensar o actuar diferente, pero la inteligencia de algunos a través del arte grotesco, pudo permear el celo con el que se mantenían las estructuras rígidas de lo establecido. El arte grotesco pretendía expresar esa experiencia colectiva “que permitía mirar con nuevos ojos al universo, comprender hasta qué punto lo existente es relativo, y, en consecuencia, permitir comprender la posibilidad de un orden distinto del mundo”. Las diferencias generacionales que se dan, como es apenas lógico, entre maestros y alumnos, con las consecuentes discrepancias en cuanto a modas, gustos, estilos de vida y de expresión, etc. no habilitan, en modo alguno, a los primeros a querer perpetuar e imponer en los segundos lo que fue bien visto en un mudo que ya no existe.
La aceptación de la diferencia es de trascendental importancia en la gestión formadora hacia una nueva perspectiva de cambio social, el que la niega se impone por la fuerza, generando la transgresión, pues en su afán de ser acatado y obedecido, no se percata de los límites que comportan sus reglas, las que en la mar de las veces son inocuas, insulsas e incluso humillantes, no quedando otro camino que violarlas. Por ello, la máxima de que la autoridad se ejerce tal como se soporta es la praxis pregonando a diario sus verdades.
La docencia atada o amordazada por parámetros alienantes, es el cenáculo en donde pastan a sus anchas los principios; servilistas y esclavistas, que dan origen a maniquíes con caras de hombres, prestos a cumplir masoquistamente los designios arbitrarios del titiritero de turno.
Estamos en la realidad, pero no lo estamos... tal vez queremos siempre estar en otro lugar.
“Se propone sustituir el reglamento por criterios... Los criterios son elementos de juicio desde los cuales se piensa la vida...”, ”Los criterios se refieren a una manera de pensar, ser y de hacer...una forma de ver el mundo y entender el mundo...lo que hay que construir son criterios para la convivencia, para el progreso, para el amor...” y “La relación pedagógica es fundamentalmente una relación de amor”. ANDRE VERNOT
Hay que enfrentarnos con los espacios desde donde surge y se despliega la necesidad de estar alertas; esto es, desde donde luchar contra la conformidad. Surgen entonces de nuevo los interrogantes ¿Lo establecido hasta ahora es lo ideal? ¿Tenemos el potencial y el arrojo de cuestionarlo? ¿Estaremos en la capacidad para contribuir a su cambio?.
Las críticas serán lo de menos al momento de entrar a confrontar los defensores del sistema en el que se encuentran enquistados, haciéndole daño a nuestra sociedad y en especial a nuestra juventud; en la medida en que lo que buscamos es la capacidad para afrontar la realidad, antes que encerrar la mirada en contenidos sometidos a la opacidad de la verdad o falsedad. Como los modernos Diógenes buscando hombres justos con una lámpara a pleno día en los mercados de nuestras comarcas.
“Uno de los principales objetivos del proceso educativo es lograr que el educando, al tiempo que se desarrolla como individuo único y diferenciable, autónomo y libre, aprenda a socializar y armonizar sus comportamientos en relación con los demás, teniendo como presupuesto básico el reconocimiento y el respeto del ‘otro’ en cuanto a sujeto que detenta los mismos derechos. La Ley General de Educación, ley 115 de 1994, señala en su artículo quinto como uno de los fines de la misma, ‘el pleno desarrollo de la personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico’...”. CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA
El sujeto siempre se expande más allá en virtud de su capacidad de asombro y de esperanza, a ello debemos apelar mientras esa capacidad de asombro siga viva.
“El exceso de conciencia historiográfica destruye la capacidad de crear nueva historia”, también se puede afirmar que el exceso de razonamiento fundado en la búsqueda de determinaciones impide reconocer horizontes de realidades nuevas. El pragmatismo y la quietud de la sola reflexión no son nada si no van acompañados de la acción de la búsqueda de identidades activas que sumadas formen un gran bloque que empujen al cambio.
Identidades activas: No ser importantes en la historia, sino serlo por la historia posible.
Se trata de rescatar el valor humano, como el fondo inagotable desde el cual enriquecer las visiones del mundo que el hombre y su razón pueden llegar a poseer.
Ante nosotros se encuentran muchas puertas, unas abiertas de par en par, otras entreabiertas y otras cerradas; las que se encuentran abiertas nos han permitido ver lo que hubo antes, las que se encuentran entreabiertas nos obligan a acercarnos para observar adentro y ver lo que hay hoy, y las cerradas nos enfrentan al reto de lo desconocido de lo que nos depara el futuro; en nosotros está optar por la puerta que nos conduzca a la emancipación como conductores de una sociedad mas justa, equitativa y crítica.
“La educación en un Estado Social de Derecho ha de propender porque cada uno de los actores del proceso educativo, especialmente los alumnos, se apropien e interioricen principios fundamentales para la convivencia humana, tales como la tolerancia, el respeto a la diversidad y a la igualdad en la diferencia. No basta, por parte del ente educador, con el cumplimiento estricto de la mera labor de instrucción y con el desarrollo de un modelo pedagógico restringido, que simplemente pretende homogenizar comportamientos y actitudes frente a la vida (...) concepción ésta que va en contravía de los fundamentos mismos de las diversas escuelas de pensamiento que desarrollan la pedagogía moderna, las cuales rechazan cualquier modelo que propenda por la colectivización u homogenización del pensamiento de los individuos. Al contrario, se trata desde la escuela básica viabilizar el desarrollo del individuo como fin en si mismo, permitiéndole el acceso al conocimiento, a las artes y en general a las distintas manifestaciones de la cultura, en perspectiva de que pueda desarrollarse, integral y equilibradamente, en un contexto social caracterizado por la coexistencia de paradigmas de vida, no sólo diferentes, sino incluso antagónicos. Sólo así el individuo adquirirá la capacidad necesaria para ejercer su autonomía de manera racional, aceptando y respetando el derecho que asiste a los demás de hacer lo mismo, esto es, sin que ello implique vulnerar los valores, principios y derechos que para todos consagra la Constitución”. CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA