TU LUZ / EL AMOR / NUESTRO BRILLO
¡POBRECITA LUNA!
Un día le pregunto Laia a su padre como consigue la luna su luz. Su padre le respondió que la luna no tenía ninguna luz, simplemente reflejaba la luz del sol. Al saber la verdad, la niña exclamó: ¡Pobrecita luna! Desde entonces, siempre que podía, antes de irse a dormir Laia se acercaba a la ventana de su habitación e intentaba ver a su querida luna. Cuando lo conseguía, Laia solía decir: “Buenas noches luna querida, no estés triste, no te preocupes. Papá me contó que no tenías luz, que usas la del sol para iluminarnos la noche. Que sepas que si nunca te falta puedes usar mi luz. ¿Sabes? A mí me contaron que desde que nací brillo con luz propia, o sea que si me necesitas soy tuya.” Y no, eso no es un cuento. Desde que nacemos tenemos tod@s esa luz, una luz que se alimenta del amor que recibimos y del que profesamos. ¿Y podemos compartirla? ¿Lo hacemos? Cada vez que actuamos y nos movemos por amor, cada vez que vivimos por y para el amor.
Miquel Beltran i Carreté
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