Gracias a la mediación del Inspector de Educación de Toledo llamado Juan Carlos, en 20 minutos escasos de gestión, se soluciono el retraso inexplicable en la escolarización de la pequeña.
Por tanto mañana, nuestra chica con síndrome de down comienza en su nuevo colegio. Un punto y aparte en la forma de enfocar su formación académica.
Consciente que en esta ocasión el síndrome de down ha ganado la batalla.
La discapacidad se ha hecho visible y aceptamos que haya llegado el momento de trabajar su integración real desde dentro. En un centro educativo con gran experiencia, destinado a personas con esta alteración genética que sepan exprimir al máximo sus capacidades, siendo mas prácticos en sus conocimientos, potenciando su autonomía, autoestima e independencia. Favoreciendo las habilidades sociales y el ocio entre sus iguales.
Pero tengo un sentimiento agridulce, con sabor a aceptación y a la vez rendición.