Revista Sexualidad

Educación sexual

Por Alejandropumarino

 

«Yo soy lesbiana. Ni tortillera, ni camionera, ni marimacho. Soy lesbiana». Es la presentación que ha preparado Nuria, una educadora de Cogam (Colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Madrid), para la charla que va a impartir a unos alumnos de un instituto sobre sexualidad.

La imagen que ilustra la entrada pertenece a uno de los folletos utilizados en la educación sexual de los jóvenes estudiantes, muchas veces sin la debida información a sus padres, que resulta imprescindible en casos como este. Primero empezaron a decirles a los niños que el hecho de que lleven pantalones no significa que sean hombres, que tienen que descubrir ellos mismos su sexualidad con el tiempo. Incluso les animaban a darse besos en clase entre dos chicos o entre dos chicas porque decían que no había que dar por hecho las inclinaciones de nadie. Todo empezó en Infantil, continuó en Primaria, y en Secundaria entraron a saco con los talleres sexuales en los que animaban a los alumnos a contar su primera experiencia sexual.

En nombre de la libertad seguimos cometiendo excesos y prohibiciones; desde la eliminación de corridas de toros, faltando al respeto a quienes son partidarios de la fiesta, pasando por tachar de homófobo todo tipo de comentarios o actitudes que simplemente tengan la susceptibilidad de interpretarse torticeramente de tal modo. Maricón lo define la Academia como hombre afeminado o que comete sodomía, así como insulto grosero “con su significado preciso o sin él”; es decir, si a un caballero heterosexual lo califico de ese modo, estoy insultándolo, pero si lo hago con un gay, se trata de homofobia, pecado significativamente más grave, que cuenta con una amplia, y sonada, repulsa social.

Facilitar preservativos a jóvenes de dieciséis años en el viaje de estudios, lo mismo que invitar a buscar la orientación sexual besando chicos y chicas, es fomentar la genitalidad más que la sexualidad, y eso no es bueno. Nos ha levado diez mil años separar el sexo de la reproducción y llegó el momento de distinguir entre el amor y las relaciones íntimas, verdadera necesidad fisiológica de las personas; sin embargo, de lo que no se puede desvincular nunca, es de la afectividad, cualidad que nos diferencia de la mayoría de los animales. Este tipo de educación no contribuye precisamente a ello.


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