Desde que en la primavera de 1986 los barcos de Greenpeace navegaban por el Mediterráneo, una campaña que denunciaba la contaminación que estaba sufriendo este mar, desde ese momento el tiempo ya no dio tregua a los desastres en la naturaleza. En esos momentos salta Víctor Manuel con su canción “pronto viviremos en la luna” y la película de la “selva esmeralda” nos acercaba a que algo estaba ocurriendo con la desforestación de las selvas.
Hoy estamos en Glasgow, me separan 2.407km de mi casa, pero la era de las nuevas tecnologías y de la comunicación me acercan al lugar en el momento preciso. Qué está ocurriendo en Glasgow, pues que los poderosos y poderosas de los diferentes países se encuentran con sus mejores vestimentas para debatir que hacer con eso que le llaman “cambio climático” y que los y las negacionistas mantienen que es un invento de los que quieren vender lo no vendido.
En Glasgow, la sueca, Greta Thunberg, junto a miles de jóvenes, piden más acciones y menos “bla, bla, bla”, gritando que se les escuche. Tampoco lo deja pasar la activista mixteca, Mitzy Cortés, que forma parte de una delegación de diez mujeres de México para exigir que las voces de los pueblos indígenas sean oídas en las negociaciones. Todo esto está ocurriendo en la COP, pero qué es la COP, son las siglas en inglés que hacen referencia a la Conferencia de las Partes. Es decir, a la reunión de casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y que desde1992 ha establecido que los gases de efecto invernadero que emite el ser humano en su actividad cotidiana están contribuyendo al cambio climático. La convención, además, fijó que los firmantes deben reducir esos gases. La primera COP se desarrolló en Berlín en 1995 y la número 26 se debería haber celebrado en Glasgow hace un año y quedó aplazada por la pandemia.
En el 2020, miles de desastres relacionados con el cambio climático originaron que más de treinta millones de personas huyeran de sus hogares en más de 140 países. Para las personas que se desplazaron por las guerras y la violencia, ahora hay que añadir otras causas como son las sequias, las inundaciones, los incendios forestales, …, todo ello otra vez causa del calentamiento de la tierra.
La mayoría de las personas refugiadas y desplazadas del mundo proceden de los países más pobres y menos preparados para una adaptación al cambio climático. Así surge lo que se llama “justicia climática”, ahora tan en boca de la cumbre de Glasgow. La "justicia climática" reivindica un entorno seguro, sin contaminación, saludable y sostenible.
La Educación Social debe estar en vanguardia de las protestas en las calles de Glasgow, el paso a una “justicia climática” está dentro de los Derechos Humanos como apuesta por las personas y los pueblos más vulnerables, encontrar el camino hacia una sociedad más “ecosocial” a través de la intervención socioeducativa de Educadores y Educadoras Sociales en las propias comunidades.
Samuel N.P.