Así es como las disfruta más
Ha llegado el buen tiempo y los domingueros invaden el campo, pero los que andamos por aquí todo el año también salimos de nuestras madrigueras como conejos a tomar el solecito, así que nos vamos mezclando por los caminos, calles, bares…
Mayoritariamente hay dos posibilidades:
Opción A: Que puedas tomarte el aperitivo tranquilo en tu terracita habitual mientras lees el periódico del domingo relajadamente.
Opción B: Que tu sitio de siempre esté colapsado de fauna variopinta y te sirvan en bandeja un post
Ayer fue la segunda opción. La terraza está reventada de gente, pero sabes que todavía quedan mesas por poner así que le suplicas con la mirada a tu camarero favorito, él responde con una sonrisa cómplice. Esperas y a los pocos minutos ya puedes sentarte, no hace falta que pidas, ese chico encantador te conoce y sabe que invariablemente pedirás lo de siempre así que te dispones a empezar a leer el periódico cuando una frase a tu espalda te deja perpleja. “Huy, no sabes el carácter que tiene, con dos años sabe perfectamente escoger su ropa” Te giras lo justo para mirar de reojo y ves a una bebé de no más de dos años con unos vaqueros de flores, una camiseta de tirantes a juego, unas gafas de sol, un sombrero como de paja, un bolso acorde a su tamaño y una pulsera en cada muñeca.
Piensas que ni tú en tus mejores sueños con cinco años paseando las sábanas por el pasillo hacia el altar y taconeando con los zapatos de tu madre lo tenías tan claro. Te imaginas a esa madre soltando a la criatura en una tienda de departamentos y diciéndole a la dependienta de turno “Cuando termine de comprar la niña, pase la cuenta a mi tarjeta”
¿Esa madre lo habrá dicho en serio? A juzgar por la pinta que lleva el bebé ¡sí! ¿Qué harán si no le gusta el uniforme de la guardería?
Entornas los ojos y recibes al sol como quien recibe un regalo, aprovechas para leer acerca de nuestro antiguo monarca y te dices mentalmente que no se te olvide ver a la hora que es la final de Nadal- Djokovic.
A tu derecha hay dos matrimonios con sendas niñas de alrededor de trece ó catorce años; lo sabes porque andan hablando de los exámenes de la ESO. Sería difícil calcularles la edad sin escuchar lo que dicen. Podrían tener veinte años perfectamente. Van maquilladas y con un “casual look” de adultas. En ningún momento visten como adolescentes y su físico ayuda a caer en el engaño. De hecho una de las dos tiene más pecho que tú y que conste que tú a estas alturas de tu vida puedes presentar seria batalla a la vaca de Milka en un concurso de ubres.
Ves niñas pequeñas de siete u ocho años vestidas que parecen adultas en miniatura. Llevan bolsos, zapatos que sin ser de tacón se les parecen mucho y un sinfín de detalles que las hacen parecer cualquier cosa menos una niña pasando un domingo en el campo.
¿Será que la ropa infantil es ahora así? ¿Será que estás mayor y no te enteras de una mierda?
Tienes la sensación de que la adolescencia se ha adelantado igual que cuando viene un golpe de calor en pleno febrero y a los árboles se le sube la savia y empiezan a florecer de forma acelerada. El problema de estas cosas es que luego vienen las heladas y se echa a perder la floración temprana.
Vuelves a lo tuyo y te sumerges en las buenas noticias que hay por todo el periódico, porque ya estamos otra vez en la champions league de Europa ¿De qué te suena eso?
La gente se arremolina alrededor de la terraza esperando que alguien decida irse para inmediatamente ocupar su puesto, así que tienes a tu alrededor personas que mientras esperan hablan de sus cosas y sobre todo te miran intentando comerte la moral, que te incomodes y te largues de una maldita vez. Tú no haces ni caso al respecto y ni te cuento tu Consorte que el periódico lo abduce y lo saca de toda realidad.
Escuchas a dos mujeres hablando animadamente, la primera sobre una hija que tiene emigrada a Canadá con 27 años y lo preocupada que está de que “una cría” esté por esos mundos de Dios sola y que solo quiere que se vuelva a España, que ya le ha dicho a su “niño” de 24 que a ella no le molesta para nada que viva en casa con ellos y que se puede quedar el tiempo que quiera. Su interlocutora asiente entusiasmada y dice que a ella los suyos tampoco le molestan naaaaada.
Tú empiezas a temer que alguien pueda leer tus pensamientos y vengan a detenerte por mala madre.
¿Es normal que a una niña de doce años se la permita ir como si tuviera veinte y luego a los veintisiete la tratemos como si tuviera ocho?
¿Es normal que un chico de quince años pueda salir un viernes de casa y volver un lunes sin decir dónde anda ni cómo, ni con quién y luego lo tengamos hasta los treinta monopolizando el mando del televisor, tomándose tus cervezas y generando lavadoras?
¿Estamos construyendo una generación de adolescentes eternos?