Revista Diario

Educando en libertad

Por Sandra @sandraferrerv

Educando en libertad

Su orgullo y alegría (1866)
Leon Emile Caille

A lo largo de los siglos han sido muchos y muchas los y las eruditas que han escrito y soñado con un mundo utópico. Un mundo diferente al que vivieron y del que no estaban del todo satisfechos. Platón en su República buscaba un mundo más justo, igual que Tomás Moro hiciera en pleno Renacimiento en su famosa Utopía. Las mujeres también idealizaron mundos mejores como Christine de Pizan en su Ciudad de las damas.
Estos son sólo unos ejemplos de una larga lista de seres humanos que han pensado un mundo mejor que se ha quedado en eso, en una utopía. A veces pienso que esas utopías se podrían realizar si empezáramos desde el principio. Desde el origen del ser. Porque ¿quién no ha oído la famosa frase aquella de que ya no cambiará con la edad que tiene?
Desde que soy madre me he dado cuenta de la importancia que tenemos y de la responsabilidad que recae sobre nosotras siendo el primer contacto "social" que tienen nuestros hijos con el mundo. Las matronas romanas que se encargaban directamente de la educación de sus hijos o las feministas sufragistas del siglo XIX que reclamaban un reconocimiento social de la labor de las madres son sólo algunos ejemplos destacados de momentos concretos de la historia en los que la maternidad ha salido tímidamente de su letargo social.
Cuando veo que mis hijos se portan mal, se pegan entre ellos o simplemente son maleducados con sus seres más queridos me devano los sesos pensando cómo les puedo hacer yo entender que esa no es la vía más adecuada para vivir en sociedad. Porque los pequeños conflictos que protagonizan los niños son microreflejos de lo que es el mundo de los adultos.
Educar imponiendo nuestra ley porque sí no funciona, como ya expliqué en una ocasión. A veces hay que parar los pies a nuestros hijos, por supuesto, pero no tomar por sistema el concepto porque lo digo yo. Ayer mismo Bebé Gigante, en un arrebato de violencia arañó a su hermana en toda la cara. Mi primera reacción fue de separarlo con rapidez antes de que le hiciera más daño. Evidentemente tuve que frenarlo por la fuerza porque estaba fuera de sí. Pero pasada la tormenta, intentamos reconducir la situacion hacia derroteros más pacíficos. También expliqué en otro momento que intento enseñarles a mis hijos que la mejor satisfacción en la vida es obtener como recompensa la felicidad y la paz en nuestro entorno.
El reto más grande que tenemos las madres, los padres y los educadores de nuestros hijos es quizás una utopía, pero por ser utópico no debiéramos perderlo de vista. Creo que deberíamos conseguir que un día nuestros hijos, libremente, fueran personas de bien. No porque lo contrario está prohibido o penado con un castigo, sino porque, libremente, escogen ser buenas personas.
Quizás penséis que estoy divagando pero yo tengo ese objetivo marcado. No quiero que mis hijos sean buenos por miedo. Quiero que sean buenas personas porque así lo desean. Y si todos consiguieramos eso de nuestros hijos, estoy convencida que viviríamos en un mundo mucho mucho mejor.

Volver a la Portada de Logo Paperblog