Como cuenta Paz Garde en su blog, las personas decidimos habitualmente a partir de información escasa y, a menudo, de poca calidad.
Esta mala práctica es un problema serio para la mejora de la efectividad y, en concreto, para la mejora de la eficacia.
Eficacia es hacer las cosas correctas. Hacer las cosas correctas conlleva decidir las cosas correctas. Para poder decidir las cosas correctas, tenemos que saber cuáles son las opciones disponibles. Y ahí fallamos estrepitosamente.
Uno de los sesgos cognitivos que explica Daniel Kahneman —en su fantástico libro «Pensar rápido, pensar despacio»— es el conocido como «WYSIATI», acrónimo correspondiente a «What You See Is All What Is», es decir, «lo que ves es todo lo que hay».
Un ejemplo de este sesgo lo encontramos habitualmente cuando explicamos algo a otra persona y le preguntamos si lo ha entendido. Si nos dice que sí —y su comunicación no verbal es coherente con la respuesta— lo damos por cierto.
Si realmente quieres llevar tu eficacia —y con ello tu efectividad— a otro nivel, tienes que empezar a trabajar en serio en modificar este mal hábito.
Porque cuando simplemente das por válida la respuesta —y actúas como si realmente fuera cierta— estás dejando que el sesgo «WYSIATI» actúe, ya que estás pasando por alto una opción perfectamente posible: que la persona no se haya enterado de nada (estando incluso convencida ella misma de haberse enterado).
En otras palabras, cuando ignoras que hay más que lo que ves, estás decidiendo a partir de algo que supones, en lugar de decidir a partir de algo que sabes.
Las personas efectivas son personas realistas. En lugar de caer en el pesimismo o en el optimismo, simplemente tienen en cuenta la realidad y las opciones existentes en esa realidad.
Por ejemplo, si explicas algo a alguien —y te dice que lo ha entendido— siempre existen como mínimo dos alternativas: que lo haya entendido realmente, o que no.
Dar por sentado que una respuesta afirmativa implica que lo ha entendido es pecar de optimismo, ya que es perfectamente posible que no sea así. Por el contrario, dar por sentado que no lo ha entendido sería pecar de pesimismo.
La clave es entender que da igual lo que «creas» y que lo importante es lo que «sabes».
Por eso, una persona efectiva nunca daría por válida la respuesta, ni tampoco daría por sentado que no se ha entendido. En su lugar, actuaría de manera proactiva, es decir, se aseguraría de qué ha pasado realmente, es decir, de si lo ha entendido o no.
Por ejemplo, se podría pedir a la otra persona que cuente qué es lo que ha entendido, o también hacerle preguntas adicionales que solo pueden responderse de forma correcta si realmente se ha entendido la explicación.
A tener en cuenta lo que realmente puede ocurrir —en lugar de guiarnos por lo que suponemos que va a ocurrir— se le llama «anticipar».
Anticipar es actuar siendo conscientes de que algo puede ocurrir para poder prepararnos —por si ocurre— antes de que ocurra.
Como todo lo que conlleva pensar, el hábito de anticipar no es innato. Por eso —al igual que hay que aprender a pensar— hay que aprender a anticipar.
Las situaciones en las que aplicar la buena práctica de anticipar son múltiples, pero hay un caso concreto en el que siempre hay que hacerlo: al interactuar con otras personas.
Si alguien tiene que hacer algo que es importante para ti —por el motivo que sea—, en lugar de suponer nada, anticípate.
Da igual que la persona te asegure que va a hacer, decirte o enviarte lo que sea. Da por sentado que puede que sea así, pero que es igualmente posible que no sea así.
De hecho, en la metodología de efectividad personal GTD® existe una herramienta específica para poder gestionar la anticipación: la «lista a la espera».
Si la persona realmente hace, te dice o te envía lo que te aseguró que haría, perfecto. Cuando gestiones tu «lista a la espera» podrás quitar el recordatorio de allí, sin tener que hacer nada más al respecto.
Pero si —como es habitual en un porcentaje de los casos— la persona no hace, te dice o te envía lo que te aseguró que haría, gracias a la «lista a la espera» podrás gestionarlo proactivamente antes de que sea tarde y tenga consecuencias negativas para ti.
Otro tipo de situaciones en las que conviene anticiparse de manera sistemática es en las que no tienes certeza de algo.
Este tipo de situaciones son fáciles de reconocer, porque son aquellas en las que —cuando llegan las consecuencias negativas— siempre nos excusamos diciendo «creí que», «pensé que», «me pareció que» y similares.
Si quieres ser una persona efectiva, obsesiónate por manejar información «real» — es decir, céntrate en lo que sabes— en lugar de perderte entre «suposiciones», «creencias», «sensaciones», «imaginaciones» y demás «ilusiones».
Cuando vayas a decidir, analiza de qué información dispones y —a continuación— evalúa si esa información son cosas que sabes o cosas que crees/te parece/supones/imaginas, es decir, cosas que ignoras.
Y, si no dispones de la información que necesitas, búscala.
Porque solo con la información adecuada podrás tomar las decisiones adecuadas como, por ejemplo, anticiparte, en lugar de suponer.