Revista Sociedad

Efecto Llamada, ilusiones enterradas en la arena

Publicado el 15 octubre 2013 por Salva Colecha @salcofa

“Uno no tiene conciencia de su pobreza si vive entre pobres iguales” 

Ryszard Kapuscinski

     “Vergogna” gritó Francisco, el papa raramente cristiano que está sacudiendo el polvo al Vaticano, al enterarse de lo ocurrido en Lampedusa. “Vergüenza” gritaban los habitantes de la isla a los capitostes políticos que fueron, mayormente, a hacerse la foto y volver a sus comilonas.

   No es para menos, la lista de la tragedia es horrible. Pero no sólo se muere por ahogamiento. Se va muriendo desde que se abandona casa rumbo a lo desconocido, se muere de hambre, de frio, por minas antipersona, se muere en vida, en manos de las mafias que organizan el viaje, prostituyen, esclavizan. Eso durante el trayecto en tierra firme hasta llegar la última de la pruebas,

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cruzar en chalupas que apenas flotan para llegar a una tierra donde puede que los esperen empresarios sin escrúpulos que los explotarán en la agricultura o en la construcción, con ayuda de nuestro silencio. Todo sea por llegar a Europa, un lugar donde parece que está renaciendo la horrorosa ideología de la extrema derecha pero donde la esperanza de vida se duplica. Al saltar la verja, el muro, cruzar el mar, o lo que se tercie les han dicho que se puede aspirar a una vida relativamente cómoda de 80 años en vez de 40 llena de oportunidades, vendidas y falseadas, a veces, a través de la televisión (si, la tele también llega a África), es el efecto llamada que prende en las tierras de la desesperación.

    Pero tanto a los supervivientes de los naufragios de Lampedusa, como a los que llegan extenuados a Gibraltar, Canarias, a cualquier playa, les aguarda otra pesadilla, la gran jaula hipócrita en que se ha trasformado Europa para los “sin papeles”, sin ayudas, sin médico… Muchos, después de la detención serán hacinados durante meses o incluso años en centros deplorables, según denuncian las organizaciones derechos humanos, a la espera de una repatriación que en el fondo es una deportación a países de tránsito como Argelia, Marruecos, Libia o Túnez donde, abandonados a su suerte, quedarán tirados en las calles o incluso en el Sáhara, olvidados en mitad del desierto inhóspito, con la única salida de volver a intentar la aventura.

      Emigrar es un derecho. Todos tenemos derecho a intentar mejorar nuestra situación y ahora en España, lo empezamos a ejercer en masa. En España, país de emigrantes antes y ahora, no

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recordamos que miles de republicanos españoles marcharon a Iberoamérica tras la Guerra Civil y que nuestros padres salieron a probar suerte a Alemania, Suiza o Francia en las décadas de los 60 o 70. También parece que en Europa hemos olvidado que miles de ingleses emigraron a América del Norte en el S XVII, después fueron alemanes, italianos, holandeses o irlandeses huyendo del hambre y la miseria.

   Ahora la impasible UE, quién parece que sólo reacciona a base de tragedias, titulares de informativo, propone la primera cosa que se les pasa por la cabeza: Más policía, Patrullas Europeas, como si así pusiesen fín al problema sin querer aceptar que cuando alguien no tiene nada que perder no hay nada que lo pare, y unos cuantos policías tampoco lo harán. Necesitamos una política común sobre inmigración, dentro y fuera de Europa, con políticas de ayuda EN los paises subdesarrollados, necesitamos que nadie se vea obligado a emprender ese viaje a la muerte y no dejar la vida de miles de personas sin papeles en manos de gobiernos dispares que no dudan en militarizar el mar y son capaces de perpetrar atrocidades como la ley Bossi-Fini de 2002 ,ya que de Italia hablamos, porque en otros como Grecia o Alemania existen iguales o peores.

   Las fronteras de Europa sangran. Italia nos horroriza con la muerte de cientos de inmigrantes, pero esta noche llegarán a Gibraltar, nuestro Lampedusa doméstico, unas personas en una barca de juguete. La noticia desaparecerá devorada por otras historias, poco a poco se difuminarán los gritos de los Lampedusianos, los lamentos de todos nosotros y todo seguirá igual, es el día a día

Declaración Universal de Derechos Humanos

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