Si estás metid@ en temas de educación, quizás conozcas lo que es el Efecto Pigmalión. Si, por el contrario, andas verde en esta temática, quizás te acabo de nombrar un término que nunca antes has escuchado. Sea como sea, una cosa tenemos clara: Se trata de un efecto que tiene mucho poder en las capacidades y conductas de los demás. Y no lo digo yo, lo dice la ciencia. Muchos son los estudios que se han realizado en este campo, y la gran mayoría de ellos han concluido lo mismo; el Efecto Pigmalión existe y tiene sus consecuencias.
A nivel personal, he podido comprobar este efecto en diferentes etapas de mi vida; soy consciente de que he sido víctima de él (si puedo considerarme así, porque todos, tarde o temprano, hemos sido sometidos a él, consciente o inconscientemente).
Veamos en qué consiste este efecto y qué aplicaciones tiene en nuestro día a día.
¿Qué es el Efecto Pigmalión?
El Efecto Pigmalión es el nombre que se usa para denominar la relación que poseen las expectativas y creencias que una persona tiene sobre otra, y las consecuencias que estas generan en las capacidades de la persona sobre la que recaen estas creencias.
Por ejemplo; si yo creo que tu eres capaz de estar a la altura en una determinada situación, habrá más posibilidades de que tus actos me reafirmen mi expectativa. Por contra, si creo que no vas a dar la nota, probablemente no la darás. Mis expectativas tienen un gran efecto en tus capacidades y tu desempeño, porque inconscientemente te las estoy mostrando y tu las estás captando, y esto puede darte la fuerza (si tengo buenas expectativas) y/o el desanimo (si tengo malas expectativas) para enfrentarte a los quehaceres del día a día de determinada manera.
Este término se ha aplicado mucho en educación, y habla de la importancia que poseen las expectativas del/la profesional (educador@, maestr@, profesor@ y/u cualquier figura que posea como objetivo enseñar y transmitir valores) en l@s alumn@s. De este efecto reside la importancia de creer en l@s alumn@s, en nuestr@s hij@s y/u en cualquier persona que forme parte de nuestro círculo.
Sus efectos pueden extrapolarse fácilmente a nuestro ámbito personal. Nuestras expectativas como madre/padre también influyen en las capacidades, conductas y comportamientos de nuestr@s hij@s, por lo que el Efecto Pigmalión es aplicable, también, en casa.
¿Cómo se ha estudiado el Efecto Pigmalión?
Han sido muchos los estudios que se han realizado sobre este efecto. El más importante y clarificador se lo debemos a Rosenthal y Jacobson.
Estos dos investigadores investigaron, allá por 1968, este efecto. Reunieron a un grupo de profesores y se les puso en conocimiento que habían evaluado el CI de un grupo de alumnos. Se les reveló los resultados, nombrando a los alumnos que más puntuación habían obtenido (y que, por tanto, se consideraban más inteligentes). No obstante, la verdad era otra; nunca se realizaron pruebas a ningún alumno del grupo, por lo que los datos ofrecidos no eran ciertos. Los profesores, que se lo habían creído, empezaron a tener expectativas más altas sobre aquellos alumnos con una supuesta puntuación alta, y resultó que a final de curso, estos alumnos mostraron un rendimiento mayor que el resto. Este estudio puso en evidencia que las expectativas generan una serie de relaciones beneficiosas que condicionan el comportamiento, con efectos muy positivos en el rendimiento.
Ejemplos reales del Efecto Pigmalión
Muy probablemente, si recordamos pasajes de nuestro pasado, podemos reconocer este efecto en nosotros mismos. Sin ir más lejos, yo recuerdo un profesor de matemáticas que tuve en bachillerato que me ofrecía, solo a mi, juegos de lógica e inteligencia para realizar en casa. Me felicitaba cuando los traía resueltos al día siguiente y siempre me mandaba nuevos. Me daba una asignatura con la que siempre había tenido problemas (matemáticas), y ese año saqué muy buena nota. Las expectativas que este profesor tenía sobre mi me ayudaron a ello.
Al mismo tiempo, tuve otra profesora de lengua castellana que no era, lo que se puede decir, una profesora ejemplar. Su forma de dirigirse a sus alumnos dejaba mucho que desear, por lo que intuyo que sus expectativas no eran muy positivas. Me costó horrores sacar la asignatura, cuando durante toda mi trayectoria educativa me había caracterizado por sacar notas altas en lengua.
La motivación que sentía en los dos casos era bien distinta y esto es lo que me hizo recorrer el camino de una u otra manera. Sin duda, son ejemplos claros (y reales) de la validez del Efecto Pigmalión.
Tu tienes la clave para mejorar las habilidades de tus hij@s:
Aplica el Efecto Pigmalión y ten buenas expectativas sobre ellos. Ya ha quedado claro que funciona.
Aunque los casos más evidentes ocurren en entornos escolares, podemos presuponer la importancia que puede tener también en la vida personal, con nuestra familia y en especial con nuestr@s hij@s. Por ello, debemos creer siempre en ellos, conocer sus posibilidades y ser consciente de que van a ir aprendiendo, poco a poco, a medida que se vayan desarrollando. La infravaloración de sus capacidades es una gran limitación en sus conductas, y de la misma manera que las expectativas positivas aumentan su éxito, las negativas lo disminuyen.
Algunas aplicaciones importantes:
El Efecto Pigmalión es muy importante en los siguientes casos:
- Hij@s, alumn@s y/o familiares con baja autoestima.
- Personas con diferentes trastornos (Retraso Global del Desarrollo, TEA, Discapacidad intelectual…)
- Personas con las que convivimos y nos relacionamos en general
- Compañeros con l@s que trabajamos en equipo, porque sus comportamientos pueden afectar a nuestr@s beneficios grupales e individuales