Aunque la población vaya adquiriendo consciencia progresivamente de los daños que ocasionan las llamadas “drogas blandas” como los derivados del cannabis en este caso (principalmente marihuana y hachís), a día de hoy son muchas las personas que se inician en el consumo de los famosos “porros” a edades cada vez más tempranas.
Lo que muchos desconocen son los efectos nocivos que pueden tener estos tipos de sustancias.
A corto plazo, los efectos de fumarse un porro son:
· Sensaciones de euforia, de una irrealidad global.
· Falta de concentración, temores infundados (dependiendo del sujeto).
· Cambios de humor sin causa alguna. Esto pasa porque el cannabis altera la percepción de los sentidos, y la persona en cuestión se ve sometida a altibajos de moral. En concreto esto se transforma en risas tontas, alucinaciones, pensamientos fantasiosos, etc.
· Dependencia. En contra de lo que muchas personas creen, los típicos porros provocan un alto grado de dependencia hacia esa droga, y bastan con unas pocas experiencias de consumo para que su uso se convierta en una obsesión.
Una vez uno se encuentre habituado al consumo del cannabis, las consecuencias a largo plazo consisten en:
· Daños pulmonares y en la garganta.
· Deterioro de los glóbulos blancos y de la calidad del semen, en el caso del hombre.
· Aceleramiento de las pulsaciones y palpitaciones.
· Disminución de la memoria, dificultad para concentrarse, déficit de atención.
· Ansiedad generalizada y agresividad ocasional.
· Daños al cerebro que pueden llegar a ser irreversibles.
· Problemas familiares, por la alta tendencia de discutir con ellos hacia la prohibición de fumar porros o bien por la irritabilidad que provoca su consumo.
· Falta de motivación que en ocasiones conduce al abandono de estudios o bien a una preocupante inestabilidad laboral.
· Aumento de violencia y, por ende, mayor probabilidad de cometer delitos que ni se contemplarían sin el uso de la marihuana.