Los efectos del confinamiento sobre nuestros hábitos han sido y siguen siendo muchos. Desde la forma de relacionarnos con los demás hasta la forma de comprar. Hoy quiero fijarme en estas alteraciones para reflexionar contigo hasta qué punto hemos cambiado o no. Porque quizás muchos de nuestros comportamientos se han visto afectados más de lo que creemos o menos de lo que nos pensamos. Sea como sea ninguna de las dos cosas debe ser de entrada ni negativo ni positivo.
Hábitos y rutinas trastocadas por el coronavirus
Es más que evidente que la máxima alteración y efectos del confinamiento sobre nuestros hábitos y rutinas se produjo al inicio del confinamiento debido a la COVID-19. De repente tuvimos que dar un frenazo que paró en seco nuestras vidas ajetreadas. Vidas donde todo estaba planificado hasta el último de nuestros segundos. Lugares de trabajo, ocio, compras y cuidados se cerraron ante el inminente riesgo de contagio y colapso de nuestro sistema sanitario.
Con todo parado y cerrado llevamos a nuestros domicilios gran parte de lo que teníamos fuera. Nuestros comedores se convirtieron en oficinas, nuestros dormitorios en aulas y las compras de cosas tan importantes como puede ser la ropa o accesorios para nuestros bebés recién nacidos tuvimos que realizarlas en una tienda online que pudiera servirnos aquello que nuestro pequeño necesitaba y no había forma ni manera de esperar.
Principales efectos del confinamiento sobre nuestros hábitos y rutinas
De manera que los efectos del confinamiento sobre nuestros hábitos y rutinas no fueron pocos :
- Días enteros sin salir de casa.
- Disminución de la actividad física.
- Sueño alterado.
- Lavado frecuente de manos.
- Desinfección de todo cuanto llega a casa.
- Distanciamiento físico.
- Llamadas y videollamadas.
- Teletrabajo no voluntario.
- Cursos online.
- Compras y ventas online.
- Mayor tiempo de conexión a cualquier tipo de pantalla.
- ...
Y es que todo cambió de repente y no quedó otra que adaptarnos rápidamente. Y así fue cómo aparecieron también nuevas oportunidades y formas diferentes de hacer algunas cosas, como vender, comprar, trabajar, estudiar y relacionarse con los demás.
Pero a la vez también nos hemos ido dando cuenta que podemos vivir de otra manera, aunque el teletrabajo y el cuidado en paralelo de los hijos lo puso difícil a muchas personas, sobre todo a aquellas familias monoparentales o en las que no había ningún adulto que pudiera hacerse cargo de las demandas de los niños, fueran éstas escolares o emocionales.
Nos hemos dado cuenta que podíamos estar más tiempo con nuestros hijos. Que podíamos dedicarles más atención y que jugar con ellos era divertido. Vimos que no era tan necesario llevarles de aquí para ahí haciendo una extraescolar tras otra. Que este tiempo era un tiempo para aprender y no tanto para estudiar. Aprender a cuidarnos, a mirarnos y a apreciar nuestras frágiles existencias.
El síndrome de la cabaña o más bien me niego a volver a una vida que no me gustaba
En las últimas semanas mucho se ha hablado del llamado " Síndrome de la cabaña ". Un fenómeno psicológico que parece que da en aquellas personas que tras estas semanas de confinamiento obligado están experimentando miedo al salir a la calle. Y digo parece porque no hay evidencia científica que exista tal patología. Sin embargo hablaremos un poco de él para concluir que en realidad quizás lo que nos ocurre es otra cosa.
El "Síndrome de la cabaña" como te comentaba es este miedo que se experimenta al pensar en volver a salir a la calle. Un miedo que incluye salir y relacionarse nuevamente con los demás, coger el transporte público o ir trabajar o a comprar. Sin que llegue a ser un trastorno si podemos decir que genera mucha ansiedad y malestar.
Por lo que sabemos lo están sufriendo sobre todo aquellas personas que al inicio del confinamiento peor lo pasaron. Personas que al verse privadas de su libertad sintieron ansiedad, depresión, desesperanza o irritabilidad tan intensas que muchas de ellas pidieron ayuda profesional. Estas mismas personas, y más si viven solas, son las que pueden experimentar ahora el llamado "Síndrome de la cabaña".
Pero sucede que en otros casos, la mayoría, no estamos experimentando este síndrome, sino que tras tantos días confinados hemos visto que la vida más pausada nos gusta más. Que el ajetreo de antes ya no se tolera. Que no nos apetece volver a quedar con gente que en realidad nos cae mal. Que queremos pasar más tiempo con los nuestros y menos con compañeros de trabajo que nos roban la energía.
En definitiva. Los efectos del confinamiento sobre nuestros hábitos y rutinas también nos han venido bien para darnos cuenta de lo que necesitamos en realidad: una vida más tranquila y sosegada, con menos estrés y más tiempo para nosotros y nuestra familia. Tal vez esto solo sea el inicio de un gran cambio en nuestra forma de vivir, tal vez solo sean efectos secundarios que pronto se diluirán. El tiempo, de nuevo, solo el tiempo nos lo dirá.
Para finalizar
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