Después de 3 años, 90.000 muertos, insultos variados, dos países en la ruina económica y con la sensación de haber perdido el tiempo, se firma el alto el fuego en la Guerra del Chaco en 1935.
Bolivia y Paraguay se zurraron de lo lindo por una enorme finca llena de matorrales, insectos asquerosos y una tierra infecta que sólo interesaba por las posibilidades (poco reales) de encontrar petróleo, para conseguir una salida la mar (para Paraguay) y para demostrar quien poseía el falo más grande.