El 17 de enero de 1793, la Convención Nacional Francesa (asamblea de diputados) condena, por 387 votos a favor y 334 en contra, al rey Luis XVI a pena muerte, acusándolo de una larga serie de crímenes contra el pueblo francés además del cargo de traición y conspiración. La sentencia se ejecutará el día 21 siendo guillotinado.
El 11 de diciembre de 1792, la Convención o Asamblea Nacional francesa acusó formalmente de traición a Luis XVI (1754-1793), el antiguo rey, preso en el Temple (un antiguo castillo templario situado en París) tras el motín que se produjo el 10 de agosto y que había derrocado la monarquía para dar paso a un nuevo régimen: la República. Luis XVI entró en la sala de Convención, conducido por Santerre, comandante de la Guardia Nacional de París. Antes de tomar asiento, el presidente del tribunal le dijo: "Luis, la nación os acusa; la Asamblea Nacional ha decidido juzgaros". Luego se le leyó la lista de cargos.
Quince días después, el 26 de diciembre de 1792, se abrió el proceso contra el rey en la Convención Nacional, con la exposición de las pruebas de cargo. Los girondinos, el grupo político moderado, deseaban evitar su condena a muerte porque provocaría una guerra de todas las potencias europeas contra Francia, y por ello reclamaron que la sentencia fuera ratificada por el pueblo. En su discurso del 28 de diciembre, Robespierre respondió advirtiendo que un llamamiento al pueblo para discutir el tema en las asambleas primarias comportaría la guerra civil. Unos y otros trataban de convencer a la mayoría moderada de la Asamblea, la Llanura, no alineada con ninguno de los dos bandos. El 15 de enero tuvo lugar la primera votación. A la pregunta acerca de si Luis XVI era culpable de conspiración, 691 diputados, de un total de 749, contestaron que sí. No hubo ningún no. La suerte de Luis XVI estaba echada: el rey debía morir.
Las barras de la Asamblea estaban realmente llenas aquel 14 de enero de 1793. ¿Luis es culpable? ¿El juicio debe de ser sometido a la opinión del pueblo?, ¿cuál será la pena a imponer? Se preguntaron todos aquellos que participaron del proceso de la Convención contra Luis XVI por el delito de traición.
Después de 37 horas de debate y discusiones, tras el discurso de Robespierre, -"Luis no ha sido condenado por venganza sino por dar un gran ejemplo al mundo"- el Rey de Francia es sentenciado a morir en la guillotina por apenas una diferencia de cinco votos. El 20 de enero, Garat, Ministro de Justicia y otros miembros del Gobierno se dirigen a la torre donde se encuentra encarcelado el Soberano para notificarle que la Asamblea ha decidido ejecutarle en las próximas 24 horas.
El Rey de Francia, duque de Berry, heredero del delfín de Francia, nieto de Luis XV y hombre de buenas intenciones, decide no pedir clemencia. Sabe que la suerte está echada.
Pide ver a su familiaEl Rey escucha en silencio y entrega una carta al ministro en la que pide un plazo de tres días para prepararse, para despedirse de su familia y para pedir a un amigo suyo, abad, que le acompañe en sus postrimerías. No se lo conceden aunque, el mismo Garat lleva al capellán ante Luis. El Rey habla con su amigo, le lee su testamento y le pide ver a su familia.
Marie Antoninette, hija de la todopoderosa emperatriz María Teresa de Austria, la mujer con la que se casó en 1770, lleva a sus dos hijos de la mano. Le acompañan otros miembros de la familia. El Rey les comunica la noticia. Todos lloran. Despojados de títulos y de falsas vanidades, pasan juntos una hora
Luis XVI, tomando las manos del heredero, le hace prometer que jamás pensará siquiera, vengar, su muerte. Cuando llega la hora de la despedida, la Reina le ruega que le permita pasar con él la noche. Luis XVI se niega y le dice que es necesario estar solo. Se despiden con gritos de dolor y, aunque se citan para la mañana siguiente, el Rey, para evitarles un terrible segundo adiós, decide no verlos.
Prepara un cofre con trozos de su cabelloLuis XVI oye misa, comulga y prepara un cofre con trozos de su cabello para toda la familia. A las ocho de la mañana del día 21 de enero de 1793, los comisarios de la comuna van a buscarle. El Rey saca su testamento y pide a uno de los hombres que se lo entregue a su esposa. "No he venido aquí a hacer de recadero --dice el comisario Jacques Roux- sino para llevarle a la guillotina". En la Plaza de la Revolución, en un espacio enmarcado por cañones y con el Sena a su derecha, se levantaba, amenazante, la guillotina ante la estatua de Luis XV.
"Franceses, yo soy inocente, yo perdono a los autores de mi muerte, yo ruego a Dios para que mi sangre vertida no caiga jamás sobre Francia... Y usted pueblo infortunado... Los tambores, por orden de uno de los generales, comienzan a sonar y desaparece la voz del Rey. Cuatro verdugos lo fuerzan sobre la plancha, Luis XVI grita y la cuchilla baja con rapidez cortando su cabeza. Los más radicales suben al cadalso y empapan sus objetos personales con la sangre del Rey. El pueblo, sin embargo, se dispersa lentamente en silencio.