Estuvo en vigencia dos años, desde su promulgación hasta el 19 de marzo de 1814 con la vuelta a España de Fernando VII. Posteriormente estuvo vigente durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837 bajo el Gobierno Progresista que preparaba la nueva Constitución de 1837.
Fue una de las más liberales de su época, pero el sempiterno tutelaje ejercido por la Iglesia Católica, determinó la redacción de su artículo número 12: "La religión de la nación española es, y será, perpetuamente la Católica Apostólica Romana, y la nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra".
Fue una Constitución cerradamente confesional al imponer una religión y prohibir el resto. A sensu contrario negaba la libertad religiosa.