Seamos sinceros, holandeses, en realidad, había pocos. Lo explicamos: Guillermo de Orange se había retirado (por decirlo fino) a su feudo de Dillenburg (en el interior de Alemania) después de lo dificil que se habían puesto las cosas para los díscolos a la lealtad al rey.
Como no tenía nada más provechoso que hacer dedicó su hacienda (la que le quedaba, que no era poca), su vida y la de sus hermanos a maquinar la invasión de Flandes con el objetivo de que sus conciudadanos se rebelasen, aún a la fuerza, contra su rey.
Hay quien dice que lo hizo para salvar su honor y su reputación (pensábamos que eso era exclusivo de españoles pero parece que no), puesto en entredicho tras ser despojado de sus posesiones y cargos en Flandes por la traición a su rey. Sentimiento que se podría resumir, tal vez, en los mundanos despecho o venganza.
Sea como fuere, en esa tesitura, engarza una triple ofensiva (ahí es nada) contra los Paises Bajos Españoles. Por el sur se alía con los protestantes franceses y por el norte, una encabeza el propio Guillermo y otra dirigida por dos hermanos suyos. De ésta última se celebra efemérides recientemente y tiene como protagonista una colina cerca de un monasterio: Heiligerlee.
Eran, como decíamos, sobre todo mercernarios alemanes, un total de 4.000 hombres (que le costarían un buen dinero...), encabezados por Luis y Adolfo de Nassau, hermanos de Guillermo de Orange, y que entran en los Países Bajos por la provincia de Groninga para intentar forzar que la ciudad principal, Groninga, se levante contra su rey.
Poco (ningún) éxito tienen los protestantes, dado que la ciudad, que cierra sus puertas, no está por la labor y los miran, curiosos, protegidos por sus murallas ... Los protestantes se retiran apesadumbrados sin ni siquiera intentar sitiarla ante la insuficiencia de tropas y aparejos para asediar. Se dedican entonces a campar y atemorizar la provincia sin rumbo fijo.
El Duque de Alba le dice a Johan de Ligne, Conde de Aremberg y Estatúder de Frisia, Groninga y Overijssel, que con un pequeño ejército de unos 3000 hombres (cuyo componente principal es el Tercio de Cerdeña) le salga al paso para poner coto a semejante despropósito.
Lámina "Tercios de Flandes" de Ferrer-Dalmau en la Tienda del Camino Español
Esa acción detiene el avance de los protestantes fijándolos. El Conde de Aremberg, por otra parte, rechaza presentar batalla a la espera de refuerzos. Frente al criterio del conde, los españoles le presionan para que permita un ataque a las tropas enemigas, suponiendo a los protestantes presa fácil (tal y como había ocurrido un mes antes en la Batalla de Dalen) y deseosos como estaban de entrar, por fín, en combate y apuntarse otro nuevo triunfo en sus flamantes banderas. Finalmente el Conde cede. Poco después encontraría la muerte por esa decisión. En todo caso, fue mejor eso que lo que le ocurrió al Tercio.
Sucedió el 23 de mayo, la caballería comandada por Adolfo consigue atraer al ejército realista cerca del Monasterio de Heiligerlee que habían convertido en una posición fuerte. Es tarde cuando el Tercio se da cuenta de que es una emboscada muy bien orquestada. La batalla se desarrolla con rapidez si bien las tropas realistas empezaron a perderla mucho antes del primer disparo de arcabuz. Tanto Adolfo de Nassau como Johan de Ligne encuentran muerte con honor en la lucha. También mueren tres capitanes, siete alféreces y 450 soldados del Tercio por la precipitación y soberbia de sus mandos. Pocas bajas hay en la parte rebelde.
Cuando llega a oidos del Duque de Alba la derrota en este segundo encontronazo serio (el primero fue la indicada batalla de Dalen), se le ponen los pelos como escarpias del cabreo ante la actuación del Tercio. Organiza inmediatamente la respuesta que será contundente. Muy contundente.
El mal sin embargo, estaba hecho, a las primeras de cambio había quedado patente que los temibles Tercios podían vencerse. Claro que para eso a Guillermo de Orange y sus hermanos no les bastaría con alquilar 4.000 soldados por muy alemanes y protestantes que fueran ...
PD: El Duque pondrá en su sitio a los rebeldes poco después en Jemmingen. No había olvidado, sin embargo, el Duque la indisciplina del Tercio de Cerdeña, que a la vuelta de esa batalla victoriosa, ante una nueva indisciplina generada por el Tercio, ordenó su disolución inmediata con deshonor, rompiendo sus banderas.
Se dice que los hombres del Tercio, uno de los más antiguos, respetados y afamados por su entrega y valor, lloraban como niños desconsolados. "Mejor morir en batalla que penar con la carga de vivir con deshonor", dicen que murmuraban cabizbajos.
El Duque de Alba era duro e inflexible para todos. Los había que lo entendían y otros que no.