Estaba clavando un clavo y mi mano derecha no estaba muy firme, y en lugar de darle al clavo me golpeé en un dedo de la mano izquierda.
Dejé el martillo para que mi mano derecha cuidara de mi mano izquierda, de forma muy tierna, como cuidándose a sí misma. Y ella no dijo: “Mano izquierda, sabes que he cuidado de ti, debes recordarlo y devolverme ese favor en el futuro”.
Y mi mano izquierda no dijo: “Mano derecha, me has hecho mucho daño, ¡dame ese martillo! ¡quiero justicia!”
Porque ambas manos saben que están unidas y que son iguales.
Visto en Thich Nhat Hanh
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